Los palacios de Roma son símbolos del poder, de quien puede construirlos. Todos necesitamos rodearnos de belleza, de un ambiente que consideramos confortable, de un espacio que reconocemos como hogar. Ese espacio es un símbolo de lo que somos, de cómo queremos mostrarnos, de las relaciones que mantenemos.
Los palacios son muestras de estas necesidades. Han sido construidos por quien tenía poder y recursos para realizarlos, muchas veces como lugares para exaltar la propia familia o dinastía. Historias familiares, de instituciones convertidas en espacios, en arquitectura que hablando de las personas nos hablan de la ciudad.
Estos edificios se hacen especiales por su grandiosidad pero también por las historias de sus ocupantes. Grandezas y miserias que siguen viviendo en las paredes de esta ciudad, tras las cortinas de los palacios de Roma, mientras nos miran pasar.
La ciudad de Roma ha recibido la mayoría de estos palacios convirtiéndolos en museos, en lugares en donde recibir a los visitantes, hijos de la ciudad o provenientes de todo el mundo. La ciudad se engalana, nos acoge y muestra los tesoros de su historia, invitándonos a un festín de maravillas, una y otra vez.
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