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Estas palabras son una invitación y un deseo para que pronto podamos visitar este lugar tan especial de Roma. Arte, belleza e historia se encuentran aquí para vuestra delicia.

San Silvestro al Quirinale se ha convertido en uno de mis lugares preferidos de Roma. Será por la amabilidad de D. Luigi Mezzadri o por los recuerdos de Vittoria Colonna. Quizás sea por la ternura de esa Madonna que da el pecho a su hijo en medio de un silencio acogedor. O por el placer de sentirme arrullado bajo la sombra octagonal de la capilla Bandini.

Todo ello son motivos para ir, quedarse y volver. Pero hoy viajo con la imaginación durante esta forzada reclusión hasta mi rincón preferido en San Silvestro al Quirinale.

Subir por la escalera hasta la iglesia es ya una experiencia. Su nave se quedó suspendida en lo alto, como un Arca tras el diluvio, cuando en 1870 rebajaron y ampliaron el camino en cuesta que desde largo Magnanapoli sube hasta el Quirinale, el Monte Cavallo. Y allí suspendida, lejos del bullicio, en un lado de la colina, es como si fuese un recuerdo de una antigua singladura, un lugar que cuando suben las olas del tiempo, seguramente es un buen refugio.

Entrando en San Silvestro al Quirinale

Me parece oír una risa mientras subo. Y se alegra mi corazón.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

(Nana de la Cebolla, Miguel Hernández)

Estas palabras son las mejores que conozco para contar el recuerdo de la primera vez que escuché su reír. Era una risa que nace contagiosa. Una explosión de alegría incontenible tras el gran dolor de la muerte, del miedo al futuro, del alba presente. Y a mí, prisionero, me hace volar, me da libertad, me arranca literalmente de la cárcel.

Ese relámpago del corazón surge del fondo de la iglesia, ahora sin puerta donde antes estaba la antigua entrada. Avanzo hasta la última capilla de la derecha en donde una boca vuela.

Es María Magdalena que, a la derecha del altar, lleva en su mano un frasco que imaginamos lleno de ungüentos perfumados, envuelto, además, en su preciosa melena. Pero no oigo sólo su risa. Hay otra y no es la de Santa Catalina de Siena, cargada con sus escritos y su ardua misión. Es la de un hombre. ¿Quizás la de San Filippo Neri, retratado en la pilastra, famoso por ser alegre y cantarín?

capilla de fra mariano san silvestre al quirinale
Capilla de Fra Mariano del Piombo en San Silvestro al Quirinale

No. Es otro tipo de risa, despreocupada y pilla. Si no me equivoco me parece la risa fray Mariano Fetti. Es un buen dominico florentino muy peculiar. Estaba en la corte del cardenal Giovanni de’ Medici y allí él era el ‘familiaris ridicularius’, el bufón. Cuando el cardenal fue elegido papa con el nombre de León X se lo trajo a Roma dándole el encargo de ‘piombatore’. De ahí que se lo conociera como fray Mariano del Piombo. Un cargo que dejaba no sólo un sello sobre los documentos curiales sino también una huella en quien lo llevaba. De hecho, su sucesor sería el famoso pintor Sebastiano del Piombo.

Y en Roma, por tanto, siguió amenizando con su humor la mesa y las jornadas de la corte pontificia. Pero no dejó de ser un dominico que, en medio de las risas y una vida que quería mostrarse en los esplendores de refinados placeres, dedicó sus rentas a restaurar la antigua iglesia y convento de San Silvestro en los que vivía.

Dos ilustres pintores del renacimiento, Polidoro da Caravaggio y Maturino, trabajaron tanto en esta capilla como en el claustro que por desgracia fue destruido. Aquí estuvieron entorno a 1524 poco antes de que el Sacco de Roma destruyera toda una época y una forma de vivir en la ciudad. Pero precisamente aquí, antes de que llegaran las lágrimas traídas por las tropas imperiales, Polidoro da Caravaggio supo mezclar en sus colores la risa de Fra Mariano con la de Magdalena. Hermosas y complejas historias del Renacimiento en Roma.

Sonrisas y lágrimas en San Silvestro

«He quedado tan pobre como el viento
que toma y lleva y abandona todo,
he quedado tan pobre como el eco
bajo los cuatros muros apagado.»

Dolores Castro. Corazón trasfigurado.

Todo quedaba tapado tras una piedra, incluso la noche quedaba fuera, sin cielo, sin luna ni estrellas. Cuando faltaba todo ‘bajo los cuatro muros apagado’. Era el final y el inicio. Una gruta prevista antes del tiempo, contenida en el inicio, buscada por los torrentes y cascadas del tiempo, de la que sale un vencedor. Un inicio que ahora sí, muestra el final. Como en la Capilla Sixtina, inicio y final de la historia se tocan, un punto.

«And the end and the beginning were always there
Before the beginning and after the end.»

T.S. Eliot, Four Quartet

Tanto profunda era la amargura de un final definitivamente terrible cuanto mayor la explosión de alegría por el inicio. Ella está vestida aún de noche, no ha dejado la tristeza cuando encuentra un joven hortelano.

magdalena polidoro da caravaggio en san silvestro quirinale

«Toda la eternidad en el pequeño
ademán de tu paso;
la fruta de tu voz es mi alimento
y toda mi figura desgarrada
es rota flor, abierta primavera
que en la tierra angustiosa de tu nombre
bebe desde sus hojas una lluvia de fuego.»

Dolores Castro. Corazón transfigurado

Ante su paso acercándose tiembla emocionada como sintiendo la eternidad: la de la espera de ese encuentro, desde siempre; y la de una cercanía que desea que dure hasta que se acabe el tiempo. ¡María! ¡Es él! Y muerde su voz con el hambre de la ausencia. De nuevo abraza sus pies como durante aquella cena con Simón (Lc 7, 36). A mirra, áloe y acacia huelen sus vestidos. El precioso frasco de perfume sigue intacto a sus pies. No hace falta.

‘No me toques’, aún tengo la libertad que me da estar en la historia. De nuevo mi cuerpo recibe la brisa del tiempo, de las decisiones, y no aumentes mi dolor por tener que dejarlo. La ballesta de una cruz me ha lanzado como flecha a lo alto para dar a la caza alcance. Que no es fallar caer pero sí dejar la meta. ‘Noli me tangere’ pues me atan tus brazos, no puedo quedarme, y tú tienes que correr. Tú tienes tiempo. Corre ahora, ve a compartir tu alegría, que no se pierda. No quieras atraparla, atraparme, pues como tiempo o agua se escurriría entre las manos. Corre. Que no se te caiga.

polidoro da caravaggio historia de magdalena
Polidoro da Caravaggio en la capilla de Fra Mariano de San Silvestro al Quirinale, pared derecha. Arriba, a la izquierda, episodio en casa de Simón el fariseo o de Simón el leproso en Betania (Mt 26, 6). Abajo junto a Jesús resucitado el primer día de la semana al alba.

«Toda mi eternidad aposentada
y el hueco de tus venas mi aposento.»

Al fin aposentada. No tengo pérdida. Y si él vive, mi flecha también ha encontrado su blanco. De mi noche a su cándido vestido. De sepultura a huerto. Lo ha preparado para mí, me deja la negra boca de la tumba rodeada de flores. Trae el Edén hasta aquí con un río torrencial como mis lágrimas de antaño, como mi melena, una selva agreste en la que la naturaleza vence. Ha vuelto a convertir mi llanto en cascadas de risas.

Un frasco cerrado

Había traído este frasco para ungirlo y me lo llevo de nuevo, cerrado, sin usar. Lo llevaré siempre conmigo y su perfume será una confesión, penetrante y atractiva. Al sentirlo se esparcirá la alegría de su inútil misión, será mi óleo en los combates, auténtico bálsamo de salud, frasco que contiene esencia de esperanza.

‘Veis, yo también estaba preparada para lo peor, para intentar cubrir la podredumbre, para mitigar el poder de la muerte, es mi arma contra ella, lo único que podía hacer’. Y no hizo falta. Lo que era el final ahora es principio y me desvela con su cuerpo, con el perfume de su cuerpo vivo, un nuevo fin. El principio y el final. El principio, muerto que recibí en brazos, y el fin, vivo que no quiere que permanezca abrazada, estaban allí, ya.

Nosotros necesitamos tiempo, nuestra historia personal y la historia de este cuerpo de humanidad. Pero ese fin, del que nos separa el tiempo, está ya en nuestro principio. Renacimiento en roja tierra, Adán.

Al otro lado del río

Ahora no siento la alegría aliviada de cuando alzó la losa de mi pasado,  sino el júbilo del que se apresura a izar las velas al viento hacia el futuro, no importa en qué mares. Suelto amarras, voy.

Corro y vuelo. Al otro lado del río. A la izquierda quedan el pasado en aquella cena y el futuro, señor. Al otro lado sólo mi presente.

«Porque mi corazón es el sendero
herido de tu paso
que florece en el fuego de tu viento.»

Y no he dejado de vestir de hermosura los valles y colinas por donde he pasado. Hablo, cuento, les digo a todos de tu encuentro, con la alegría de quien florece en el fuego de su viento.

Llego, al fin, a otra gruta, la Sainte-Baume de Provenza, que también para mí es inicio. Ya me llevan, asciendo, río de puro contento por encontrarte donde tú me esperas.

Saliendo de San Silvestro al Quirinale

Antes de salir, un coro de sonrisas y música me saluda con los colores del Domenichino y de Scipione Pulzone. El rey David está danzando ante el Arca mientras Judit, Ester y Betsabé crean una alegre tertulia cuyos ecos ascienden por la alta cúpula. Comentan, ahora, las aventuras de Marta. Parecen tan sorprendidas como yo al ver la estatua de la amiga de Jesús convertida en otra heroina de Provenza que aplaca la bestia – dragón Tarasque. Se conmueven al contar el final de esta historia cuando los paisanos de la zona matan la bestia precisamente cuando había dejado de ser terrible tras el encuentro con Marta. Más paradojas: terrorífica con un poder que agrede y agarra, muerta cuando se abandona y no tiene nada que perder.

Empiezan a sonar las campanas. En la Capilla Bandini se hace fiesta ¡hay tantos motivos! Con la música en repiqueteo, con los colores, se dan cita no sólo los apóstoles al completo sino también los coros angélicos mientras María entra en el gran salón del cielo. El triunfo de una madre es una victoria para todos los hijos.

Regreso así a mi celda en la que el tiempo está parado pero corre sin fin.

«When time stops and time is never ending;
And the ground swell, that is and was from the beginning,
Clangs
The bell.»

Estas palabras son una invitación y un deseo para visitar este lugar tan especial de Roma. Y allí, no dejéis de comprar el libro de Luigi Mezzadri, San Silvestro al Quirinale, la chiesa di Michelangelo e Vittoria Colonna. Es una delicia por información y sugerencias.

Información útil

La iglesia está abierta los sábados y domingos desde las 10 hasta las 12.00. Recientemente han terminado los trabajos de limpieza y pintura de la fachada por lo que destaca en la calle.

2 Comentarios

    incantevole, bisogna andare a vedere la chiesa per lasciarsi suggestionare fino in fondo dalle parole di Alberto, possibilmente accompagnati da lui che è una guida eccellente, sembra di fare un grand tour…

      Cara Elisa, non vedo l’ora di tornare, a San Silvestro, alla nostra Roma. A presto, allora, con esperanza e gratitudine per il tuo bene-dire.

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