Iglesia de San Carlo alle Quattro Fontane

cúpula san carlo alle quattro fontane

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La iglesia de San Carlos de las Cuatro fuentes, en italiano San Carlo alle Quattro Fontane, en Roma la llaman cariñosamente San Carlino por su pequeño tamaño. Sin embargo, es gigantesca por la fama que le conceden sus muros, su luz, sus formas. De hecho, fue construida por Borromini y es considerada una de las obras maestras de la arquitectura barroca.

Hay hombres como Juan Bautista de la Concepción que sueñan que el cielo puede estar en un cruce de caminos. Desde 1609 la casa de los trinitarios y luego la iglesia de San Carlo alle Quattro Fontane con su convento es la respuesta en piedra a ese sueño. Con ella en Roma puedes sentirte en los Alpes. Aquí como allá lo que parecen simples piedras son capaces de hacernos elevar hacia lo alto asombrados de tanta grandeza.

En donde vive el mérito del hombre: tan pequeño, tan grande

El blanco cándido y el cremoso travertino nievan sobre asperezas o paisajes haciendo que las formas, como huellas, sean las únicas que nos indiquen los caminos. Como una cumbre nevada la iglesia de san Carlino se alza blanca para ser cruzada sólo por el azul del cielo, sin cansancio. Y nos trae a nuestro valle reflejos de la luz más alta: nos alegra resplandeciente de día, nos conforta como otra luna de noche.

Al mismo tiempo, San Carlo alle Quattro Fontane podría ser una cárcel, un pozo, una columna. Y, sin embargo, ese mismo espacio que en otros lados estaría encerrado y nos encerraría aquí se libera sin renunciar a los límites: un sueño, un poema, una definición o fórmula que nos hacen entender el mundo y que forman una parábola que tiende al infinito. El pico de una montaña nunca nos parecería una cárcel y, sin embargo, es siempre tan pequeño. Lo que allí nos lleva y de allí traemos es lo que nos hace sentir libres, con toda una Roma-montaña para seguir caminando.

San Carlo alle Quattro Fontane

Borromini en San Carlos de las 4 fuentes

Borromini ha sido capaz de rescatar el espacio de una casucha en un cruce de caminos, en la cresta de una colina, para elevar un canto al derroche de energías que es capaz de crear y recrear. Tal era la miseria, oscuridad y falta de medios cuando Borromini se encargó de las obras en 1638 que más hizo parecerse ese momento a aquel otro en el que de la nada surgía todo un universo concentrado en un punto.

Entrando en San Carlo alle Quattro Fontane es como si llegásemos un momento antes de que empezara el tiempo y pudiéramos asistir a la expansión del espacio. Entramos y se ensancha en todos los sentidos nuestra percepción. Lo que es tan pequeño contiene una explosión llamada a una historia interminable. Arquitectura como la humanidad (pobre espacio rico de sentidos, contradicciones, palabras), humanidad como un cosmos que se extiende en historia: arquitectura orbital.

El espíritu que hace grande la iglesia ‘plani operis’ de San Carlo alle Quattro Fontane

Hablando con Pedro Aliaga escucho palabras que me hacen entender lo que veo. Me enseña un cuadro de Preciado de la Vega que tiene como protagonista a Simón de Rojas. Un ángel lleva en una bandeja, como si fueran collares de joyas, un buen puñado de rosarios, mientras un gran ‘Ave María’ se eleva como único título de grandeza hacia el cielo.

Gracias a Pedro Aliaga no sólo descubrí quién era Simón de Rojas -os aconsejo su libro sobre este personaje tan interesante del siglo XVII español- sino el espíritu que sigue vivo en San Carlino. Liberar lo que no cuenta, lo que está prisionero por violencia o pobreza, vale la pena.

simon de rojas cuadro en san carlo alle quattro fontane
San Simón de Rojas de Francisco Preciado de la Vega en el convento de los Trinitarios de San Carlo alle Quattro Fontane

8 letras

Todo aquí parece esencial y corresponder a este espíritu tan sencillo como un avemaría. 8 simples letras. Sin coincidencias casuales entramos luego en un patio octagonal. Ocho lados que en vez de encerrar nos articulan. Dos brazos, dos piernas, con codos y rodillas y con un corazón de pozo. Piel delicada y desnuda de recién nacido que ya tiene todo por muy pequeño que sea.

No sólo estamos en una iglesia minúscula, sin mármoles, construida con pocos medios porque el dinero había que utilizarlo en los rescates. Nos hallamos también en un edificio que es símbolo de tantos hombres sencillos: encerrados en angustos espacios y límites, que no son capaces de reunir grandes masas, que nunca han sido dignos de senados o curias, pero que en su pequeñez, sin vestidos de brocado, son una maravilla que siempre valdrá la pena.

De hecho, San Juan de Matha y San Felix de Valois, que vemos representados en los grandes estucos circulares bajo la cúpula, se habían dedicado en el siglo XIII a hacer todo lo posible por rescatar a los prisioneros cautivos en territorios islámicos. Con la reforma de San Juan Bautista de la Concepción a finales del siglo XVI se había subrayado que esta misión sólo se podía hacer en forma ‘trinitaria’: con el arrojo de un padre, los seguros cuidados de una madre, la desnudez confiada de un hijo. Y así, en todo, incluso en las finanzas: un tercio para rescatar cautivos, un tercio para los cuidados corrientes y un tercio para los que no tienen medios para subsistir.

La fachada de San Carlos de las Cuatro Fuentes

San Carlo alle Quattro Fontane

Fachada doblemente tripartita. Borromini muriendo en 1667 sólo pudo contemplar el primer orden con el portal y el recuerdo en escultura de San Carlos Borromeo acompañado por los dos santos fundadores trinitarios. El segundo orden hacia lo alto tiene una hermosa ventana y una breve balaustra. Por último, la cúpula acompañada del campanario como corona y tercera parte. Pero es también una fachada trina: hacia lo ancho, como una onda en movimiento que no cesa. Lo que somos, hacia dentro, hacia fuera y otra vez hacia dentro, como una ola azul que cruza el bermejo atardecer. Una onda de voz, calor o escalofrío. ¡Tan pequeños y tan grandes!

Información para visitar San Carlo alle Quattro Fontane

La iglesia de San Carlos de las Cuatro fuentes, en italiano alle Quattro Fontane, estará abierta de miércoles a jueves desde las 10,00 hasta las 13,00, los viernes y sábados desde las 08,30 a las 13,00 y estará cerrada los domingos y lunes. Además, en este período de pandemia no se celebran misas.

Gracias a la amabilidad de los trinitarios pudimos visitar el claustro lleno de naranjos y la cripta. Por desgracia, la biblioteca, siempre obra del Borromini, no la pudimos visitar pero por un buen motivo: están haciendo trabajos para asegurar su estabilidad y buena conservación.

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