Hay hermosas realidades que se nos muestran gigantescas en la naturaleza, consolidadas, que nos parece conocer por ser una presencia cercana, pero están en constante devenir. Además no podemos abarcarlas, no sólo por su grandeza sino también por sus múltiples facetas. Esto nos pasa, por ejemplo, cuando observamos una montaña o un río. Ambos son lugares de historias, dentro de un ecosistema, retratados en el arte o descritos por la física y la química. Una sensación parecida he tenido ayer en la Galleria Sciarra pero en relación a las caricias, a la dulce sonrisa de una mujer, quizás escondida en las tres letras CCS, Carolina Colonna Sciarra, madre del MS (Maffeo Sciarra) que encarga el edificio. Soy como un afortunado ‘niño pequeño que empieza a reconocer a su madre por su sonrisa’.
Galleria Sciarra es como un jarrón decorado por dentro para invitarnos a entrar. Una decoración que intenta contener y por tanto encerrar, hacer que adquiera una forma estancada, en pocos metros cuadrados, lo que en sí mismo es un río, o mejor, un mar. Es una representación y, por tanto, una reducción en pinturas y superficies, en un instante, de lo que tiene 4 dimesiones, historia, vida y alma: inabarcable. Es un intento por poner ante la vista lo que necesitaríamos vivir o contar con miles de palabras. Un intento por sacar unos tragos de agua fresca de un pozo inagotable.
Veo la decoración de este patio y pienso que la han puesto como en otros tiempos los episodios de la Odisea o los trabajos de Hércules en la superficie de un jarrón etrusco. Un esbozo, alusiones, decorados preciosos, para sueños en los que algo cotidiano, un cántaro, nos recuerda una aventura enorme.
Un jarrón en la Galería Sciarra
Pasar cotidianamente por la Galleria Sciarra es como sacar agua con un cántaro etrusco: junto al agua viene también una porción del mundo, el interior de una casa, una mujer que, en los salones de su hogar, se presenta como modelo de la virtud al igual que en otros tiempos Héctor y Aquiles en la batalla.
Recuerdo ahora también la fachada que está en piazza dei Massimi -en muy mal estado de conservación por cierto- en la que se ve el correr de otro río femenino de heroínas que traen la salvación. En este caso, en esta galería que es como un jarrón, se canta lo heroico de una vida cotidiana refinada a finales del siglo XIX, no las grandes hazañas de Judith o Esther que consiguen lo que otros guerreros no han podido hacer.
En la Galleria Sciarra el arquitecto De Angelis, el pintor Cellini y el escritor Salvatori, han puesto un jarrón en el centro de Roma. Una decoración de la Belle Époque en la que sentimos los ambientes como si estuviéramos leyendo una descripción de D’Annunzio: el tacto de los tejidos, el calor que dan los colores de un salón, incluso los aromas y la música vienen evocados al hablar de esta mujer, creadora de un ideal hogar burgués en aquella época. Épica domestica de actividades que ocupan lo que queda del día.
Fluye el arte en las paredes
El río fluye, tantas aguas lo han surcado, el paisaje y la historia lo han cambiado. Pero ese río-mujer sigue ahí, en Roma, convertido en un instante, hablándonos de cómo discurría hace casi 150 años. Encáustica de colores y cera aplicados con calor para congelar instantes. Se tendría que derretir hoy esa cera fluyendo con el tiempo. Vemos, en efecto, cuántas cosas se han movido aunque parezcan las mismas. Sin embargo, hoy como entonces, sigue siendo imposible contener esa mujer en unos metros o en miles de palabras, aunque valga la pena intentarlo, traérnosla hasta nuestros pasos cotidianos.
Para contemplar su imagen tenemos que ser nosotros mismos esa agua, estar dentro, ponernos al lado de esa mujer ideal que se intenta mostrar como paradigma de virtudes. Quizás la podríamos ver aún mejor si bajamos a sus cimientos. Este jarrón – galería, en efecto, está puesto sobre los restos del Portico de Vipsania, construido por Polla, la hermana de Marco Vipsanio Agrippa. Mujeres que construyen una Roma sobre la que 1900 años más tarde se pone este jarrón decorado con una historia que sigue fluyendo, tan cerca de nosotros que es bueno sumergirse en ella para descubrirla.
Un patio más que una galería
Al entrar nos damos cuenta de que no estamos en un espacio como la cercana Galleria Alberto Sordi. Es más bien un patio.
«El patio de mi casa es particular.» Gracias a mis queridos compañeros, tanto los que forman el equipo de gestión como los fantásticos guías de EnRoma.com, en estos meses he descubierto muchos de estos espacios en diversos barrios: Primavalle, Flaminio, Garbatella, San Lorenzo, Tiburtino o Prati… Cada vez ha sido una hermosa experiencia: entrar casi de puntillas en una intimidad que, sin molestar a los residentes, nos muestra cómo la ciudad se acerca, insinúa y propone, en tantos modos y formas, llegando hasta el borde de nuestro hogar. Y llama a nuestra puerta para entrar conquistándonos con historias extraordinariamente cotidianas. Ayer escuché de nuevo esa llamada y me descubrí dentro de un patio muy particular.
Horario de apertura
La Galleria Sciarra permanece abierta en horario de oficinas para permitir el trabajo de las diversas sociedades que tienen su sede en este edificio.