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La Puerta Flaminia es una de las puertas principales de las murallas de Roma. Concretamente, de las murallas aurelianas.  Una puerta que durante el Imperio Romano y la Edad Media fue muy importante para la Ciudad Eterna, pues era la puerta principal del norte de Roma. Es decir, la entrada y salida al norte de Italia y al resto del continente a través de la via Flaminia, de la cual coge el nombre.

Con la caída del imperio, las murallas y, con ellas, sus puertas, fueron abandonándose y quedaron enterradas… las que no derruidas. Sin embargo, la Puerta Flaminia seguía siendo una puerta de entrada clave a Roma y se trabajó en su conservación. Una restauración que llegó a estar en manos del mismísimo Bernini.

Hoy es conocida como Puerta del Popolo al dar acceso a la Plaza del Popolo.

Puerta Flaminia: la puerta de Roma

Las murallas aurelianas rodeaban Roma a lo largo de 19 kilómetros. Por su recorrido había muchas puertas, pero ya en sus primeros años la flaminia todava gran importancia en su ubicación norte. Principal puerta a Roma desde el resto del imperio. Imponente con sus 6 metros de altura. Aunque no tan bella como la actual, pues en sus primeros años lucía como una puerta más de la muralla pese a su importancia estratégica.

El protagonismo de la Puerta Flaminia como puerta de Roma se mantuvo también a después del imperio. Pues seguía siendo la principal entrada a la Ciudad Eterna. Durante el papado de Sixto IV (el mismo que promovió  la creación de la Capilla Sixtina), en 1475, sufre la primera gran intervención para ser restaurada.

El motivo de esta intervención fue muy claro, dar a Roma la mejor  y más imponente entrada posible para el Jubileo de aquel año. Es aquí cuando la puerta toma la imagen y forma monumental que tiene hoy. Probablemente la imperial habría sido menos llamativa y menos amplia.

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La Puerta Flaminia vista desde Plaza del Popolo.

Bernini y la Puerta Flaminia

Dos siglos más tarde, ya en el Barroco, otro papa, Pío IV ordena una nueva intervención en la puerta. Quizás motivado por la visita de Cristina de Suecia a Roma en su viaje para convertirse al catolicismo.

En esta reforma, no la última, la Puerta Flaminia toma su aspecto arquitectónico actual. Una reforma de la que salen dos puertas diferentes. Pues la parte exterior es obra de un arquitecto, Nanni di Baccio, y la parte interior de otro, Gian Lorenzo Bernini.

Bernini era ya toda una celebridad en Roma, había aportado a Roma grandes cambios con su talento. Por ejemplo, nos dio la Fuente de los Cuatro Ríos en Plaza Navona o la columnata de la Plaza de San Pedro en el Vaticano.

Ahora, desde aquel momento, cada persona que entrara a Roma lo haría también por su puerta, la Puerta Flaminia.

La Puerta del Popolo

Ahora, la Puerta Flaminia es conocida como Puerta del Popolo. Ya que da acceso a la Plaza del Popolo. Una puerta que sigue siendo imponente, bella, una bienvenida a Roma pero que, en la práctica, ya no es esa puerta de entrada.

Este papel lo fue perdiendo con la creación de la Estación de Termini y la llegada de los nuevos medios de transporte. La Plaza de los 500 se convertía poco a poco en la entrada principal a Roma. Una Roma moderna, sin puertas de acceso. Pocos años después, hasta Termini fue relegándose para dejar paso a los aeropuertos como puerta principal.

Aun así, la Puerta Flaminia sigue siendo estandarte de Roma y la puerta a aquella Roma que dejaba claro a todo el que llegaba que entraba en el centro del mundo.

Además de para visitar la Plaza del Popolo, nos encontraremos con la Puerta Flaminia para visitar Villa Borghese, la terraza del Pincio o para ir hasta el barrio Flaminio.

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