Jubileo – Año Santo en Roma

Basilica de San Pedro

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Roma fue fundada por Rómulo y Remo, pero también por Pedro y Pablo. Para entender esta ciudad necesitamos acercarnos a la historia y celebraciones que siguen haciendo de Roma meta de peregrinos romeros.

El Año Santo fue instituido por primera vez hace seis siglos, en un contexto de esperanzas ‘milenarísticas’ en Europa, es decir, de un tiempo de renovación espiritual. Empieza así la costumbre de celebrar un gran perdón de las penas que van unidas a las culpas cometidas. Ese tiempo dedicado al gran perdón o indulgencia fue un movimiento popular que luego se convertirá en un evento eclesial bajo una forma solemne en 1300. Inicia así con el papa Bonifacio VIII, dando origen a un peregrinaje ‘romero’. El Año Santo, además, se llamó Jubileo, recogiendo una expresión hebrea.

«Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia.» (Lev 25, 10).

Roma, desde hace muchos siglos, encarna el poder del derecho y de la fuerza. Con el Jubileo se ha querido que esta ciudad también estuviera unida al poder de la misericordia, del amor divino que perdona. Esta es la idea básica que hizo posible el primer jubileo cristiano en 1300 para luego convertirse en un evento especial y esperado. Sería muy interesante estudiar por qué se inició en esta fecha y los otros motivos o consecuencias que acompañaron entonces y luego, cada Jubileo.

El primer jubileo en Roma

Os invito a acercaros hasta San Juan de Letrán en donde se conserva un fresco de Giotto que hace referencia a este primer jubileo cristiano con el papa Bonifacio VIII.

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Freco de Giotto en San Juan de Letrán que recuerda el Jubileo de 1300 con papa Bonifacio VIII

El texto bíblico en el que se inspira esta nueva perspectiva del tiempo y de la ciudad, palabras que dan sentido y sirven para la meditación en cada Jubileo, es el siguiente:

«Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy» (Lc 4, 17).

En este sentido, el segundo Jubileo, en 1350, recordemos que inicialmente se seguía el texto del Levítico que hablaba de 50 años, fue muy especial. Fue el pueblo de Roma el que lo solicitó al papa que en ese momento residía en Avignon. Fue una ocasión para que los peregrinos ayudasen a reconstruir la ciudad dañada por un terremoto en 1349 y para la construcción de una estructura estable tan famosa como la escalinata del Ara Coeli.

Puertas Santas

Era necesario atribuir un lugar visible, una acción asociada a la petición de misericordia, que indicase el inmaterial perdón. Este punto es el paso a través de las Puertas Santas en las 4 basílicas patriarcales o mayores. Es por esto, que el cierre y apertura de estas puertas están llenos de una gran riqueza de ritos, oraciones, gestos y música.

Antes incluso que en el Vaticano, la puerta Santa de San Juan de Letrán, en cuanto catedral del papa, es la que nos ofrece noticias del ritual más antiguo de apertura con motivo del año santo de 1423, celebrado en este caso 33 años más tarde del año santo especial de 1390). Será Martín V, un papa que ya reside en Roma tras el largo período de residencia de los papas en Avignon, el que dé nuevo impulso al Jubileo. Sin embargo, será Nicolás V, en el Jubileo de 1450, con una mentalidad renacentista, el que renueve la ciudad y traslade su centro religioso y de gobierno hacia el Vaticano.

A partir del Jubileo del 1500 se conocen las disposiciones de papa Alejandro VI en relación con la entrada en estas basílicas utilizando una puerta dedicada, Aurea o Santa. Desde entonces Roma – Jubileo y Puerta Santa son tres realidades que van unidas. El éxito de este año santo en cuanto a número de peregrinos, quedará en la memoria de la ciudad y pasará a ser una constante: » ingens orbis in urbe fuit.» Una ingente cantidad de gente de todo el orbe que visitó la urbe.

Entrada de la basílica de San Pedro al amanecer

Un ritual lleno de significado

Alejandro VI, Borgia, tenía como maestro de ceremonias un alemán nacido en Argentoratum (Strasburgo), Johannes Burckardt, un obispo y humanista cuya casa en vía del Sudario da nombre aún hoy a toda una zona (Largo Argentina). Será este personaje el que cuide e instituya el ceremonial base de apertura y cierre del Año santo – Puerta Santa. Desde entonces el ritual prevé tres golpes para la apertura de la puerta santa dando inicio al Jubileo, mientras se proclama 3 veces: «Aperite mihi portas iustitiae» Abridme las puertas de la justicia.

En aquel jubileo, el papa no solo se preocupó de estos aspectos tan importantes, sino también de grandes obras en la ciudad como la apertura de la via Alejandrina (actual Borgo Novo). Esta será también una característica de todos los años santos.

La puerta Santa en la basílica de San Pedro

A mediados del siglo XX gracias al arte de Vico Consalvi y a los donativos de los católicos suizos, la puerta santa que era de madera, se sustituyó con una de bronce. Es la que se encuentra en el extremo derecho del atrio y nos habla del año santo de 1950 recordando a papa Pío XII con martillo en mano.

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‘Estoy a la puerta y llamo’ Apertura de la puerta en el Año Santo de 1950

Al otro lado de la Puerta Santa

Cuando entro en la basílica de San Pedro y veo la puerta completamente murada, como las de algunas casas para evitar la entrada de los okupas, me entra una sensación de angustia y casi tristeza. Ese muro que permanece cerrado hasta el año santo oprime, convierte en inservible dintel, puerta y espacio. Con una puerta convertida en muro el edificio está mudo, ciego y condenado al silencio, a la inutilidad, al aislamiento. ¡Qué alegría cuando cae ese muro! Para evitar incidentes o que le caigan los cascotes al papa, desde el 2000 el muro lo destruyen antes y el papa empuja las dos hojas de la puerta santa. Luego queda abierta durante todo el año santo. Me gusta que, nada más pasar la puerta santa, a la derecha nos da la bienvenida la Piedad de Miguel Ángel.

Sin embargo, cuando pude asistir en mi querida Santiago a la apertura de esa puerta golpeada con un precioso martillo, recuerdo la emoción y el sentimiento de liberación. Algunos golpes en ese muro provocaban, al desmoronarse, un fragor que era símbolo de fuerza e invitación a entrar cuanto antes, como agua tras un dique roto. Entrábamos y querías llevarte un trocito de piedra caída, símbolo de una libertad conquistada por derribo, sin hondas ni intifadas.

Cuando se cierran las puertas

A inicios de mayo de 1938 Hitler visitó Roma. Aquel 4 de mayo con el desfile por via dei Fori Imperiali fue una ‘Giornata particolare’ como nos cuenta la película de Ettore Scola. Ese día fue el anti-jubileo. El papa Pío XI dejó Roma para ir a Castel Gandolfo. Mandó cerrar todas las puertas y las luces de la basílica y de los Museos Vaticanos. Viendo todo esto nos podemos dar cuenta del significado del Jubileo, de la puerta santa que se abre, de los peregrinos que pasan juntos bajo los dinteles.

El Jubileo es también eso, júbilo, dando un sentido nuevo a la frase que escuché en la película: ‘Piangere si può fare anche da soli, ma ridere bisogna farlo in due.’ Se puede llorar solos, pero para reír es necesario ser dos. Con el Jubileo, por tanto, se subraya no la penitencia y el dolor de cada uno por el mal, sino sobre todo la necesidad de compartir con alegría los bienes recibidos. Es un peregrinaje, un camino hacia una puerta abierta, hacia una basílica llena de luz y en fiesta. El fin no es sufrir las asperezas del caminar.

Año Santo 2025

A lo largo de la historia, los años santos no siempre mantuvieron la cadencia de los 25 años. A veces, esto se debió a eventos históricos de Roma, otras veces por la celebración de años jubilares especiales y, en otros casos, por una evolución en la forma de entender el Jubileo como ocasión extraordinaria, pero no tan rara que no se pudiera vivir al menos una vez en la vida.

Atardecer sobre el río Tíber, el Ponte Sisto y la cúpula de San Pedro vistos desde el puente Garibaldi.
Roma meta de peregrinaje en el Jubileo y siempre.

Para quienes ya estábamos en Roma en el año 2000, este nuevo Jubileo es un momento muy especial. Veo cuántas cosas han cambiado en la ciudad, en la propia vida, en la historia general. Y esa puerta sigue allí, cerrada a cal y canto, mientras espera convertirse en paso, objetivo y símbolo. Puerta que recuerda la del paraíso, la del redil a donde volver y estar seguros, la de la casa paterna, dinteles que acariciamos al pasar, al sentir que al fin llegamos o buscando un saludo que nos acompañe al salir.

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