Desde los orígenes de Roma y durante más de 400 años, los romanos utilizaron pozos o el agua del Tíber para beber. La gran revolución urbana surgió con la construcción del primero de los Acueductos de Roma. En el año 312 el censor Appio Claudio Cieco inicia el que se llamará Acueducto del Agua Appia para alimentar la creciente ciudad y para hacer que esa pequeña ciudad pueda seguir creciendo.
«Según sean los motivos así será la arquitectura: la arquitectura, como diría un político, es un servicio.» Nos encontramos, por tanto, con uno de los motivos más importantes a la hora de construir Roma: su agua. Y nos encontramos también ante las obras de arquitectura más grandiosas de Roma: sus acueductos.
«Roma supo, como hasta entonces nadie, dominar el agua, elegir el sitio, evaluar el caudal preciso, trasladarlo donde convenía, canalizarlo luego, repartirlo después.» En los acueductos la arquitectura se pone al servicio de la necesidad pero no sólo. Contribuye también al juego del agua con una arquitectura ornamental como ocurre con las fuentes, lago y canales que luego volverán a ser fundamentales en el aspecto de la ciudad durante el Barroco romano.
Es más, los acueductos permitieron elevar el nivel de vida del ciudadano romano hasta unos niveles sorprendentes. Basta pensar en las gigantescas Termas o las Naumaquias.
Nada hay más digno de admiración en todo el orbe
Nos encontramos, de hecho, ante la «Urbe pensili subterque navigata«, como nos dice Plinio en su Historia Natural. Es como si la entera Urbe estuviera surcada por aguas colgantes o subterráneas.
La red de acueductos y de alcantarillado (cloacas) que permitían la vida en las casas, la abundancia de sus huertos, la frescura de piscinas y ninfeos, con sus arcos, atravesando colinas, superando fosos, te hacen pensar que ‘nihil magis mirandum fuisse in toto orbe terrarum’. Nada hay más digno de admiración en todo el orbe.
Los arcos del Coliseo, como esfuerzo constructivo y dimensiones, no son nada comparados con la pericia, cantidad de trabajo y materiales para realizar uno sólo de los acueductos, aunque nos fijemos en el más pequeño. ¡Y eran 14!
Ahora nos maravillamos ante algunos arcos como el de Constantino o el de Septimio Severo en el Foro… Podéis imaginar lo que era para un romano ver cientos de enormes arcos que pasaban por encima de sus cabezas. Por ejemplo, el acueducto de la ‘Vergine’ desde la altura del Pincio atravesaba lo que hoy es plaza de España hasta descender hacia el Panteón.
Algunos de esos arcos, restos de grandiosos acueductos, aún los podemos observar imponentes en medio de la ciudad.
Visita descubriendo los acueductos en Roma
En la Edad Media estas gigantescas vías de agua se notaban con fuerza e imponentes en medio de la ciudad. Luego, con el crecimiento de la misma, se utilizaron como bases para otras construcciones, se derribaron para crear otros espacios o readaptaron como un tramo del Acueducto de la Vergine que con sus arcos pasó a ser un lugar perfecto para un buen lavadero que diera servicio a los habitantes cercanos a lo que hoy es la Fuente de Trevi. Por cierto, esta fuente está construida para ‘mostrar’ el punto final de este acueducto tan importante para la ciudad.
Sin embargo, si queréis ‘entrar’ en un acueducto, ver los materiales, comprobar la técnica de contrucción, e ir acercándonos a la ciudad siguiendo su ruta, en Roma hay un lugar perfecto: el Parque de los Acueductos.
Recorro via Tuscolana con mi bici -en metro, línea A, parada Giulio Agricola- hasta la iglesia de San Policarpo. Justo detrás de la iglesia se extiende este maravilloso parque en el que los acueductos forman diversas líneas de fuga. Los podemos seguir, como el tren o la antigua via latina, indicándonos cómo se puede alcanzar una meta sólo dejándose ir. Con su ligera pendiente estudiada podemos fluir hacia el centro de la Urbe sin prisas.
Pero todo ello, fluir, supone una gran pericia al construir, un cuidado atento en la manutención y que no se interrumpa ese flujo. De poco valen los 70 km de arcos si faltase sólo uno. Todo se perdería.
Acueductos, fuentes y termas
La gran Urbe se saciaba literalmente con aguas frescas o incluso ‘templadas’ (agua Tépula). Una abundacia que dará lugar a grandísimas Termas como las de Diocleciano o Caracalla. Unas termas que provocarán la búsqueda de nuevos manantiales y la ampliación de los acueductos con nuevos y gigantescos trabajos. De la necesidad se pasa al deleite como modo de vida.
Fuertes y poderosos en arcos y túneles para vencer desniveles. Débiles, porque trombos o cortes dejan sin vida todo el sistema. Pasan, entonces a ser gigantescos restos que una imaginación como la de Fellini o Tyto Alba podría convertir en paquidermos.
En el parque de los acueductos podemos ver también el ‘Campo Barbárico’. Un lugar maravilloso para entender esta fuerza y debilidad que son las de la sociedad romana clásica… y también actual.
En esta zona entre la IV y V milla de la Via Appia se acamparon en el año 537 las tropas de Vitiges en lucha contra Belisario, general del Imperio de Oriente que se había fortificado en Roma, en el mausoleo de Adriano, actual Castillo Sant’Angelo.
Sin acueductos termina una era
Las tropas de Vitiges cortaron entonces todos los acueductos que pasaban por el actual parque y que luego entraban en Roma por la zona alta de Porta Maggiore (spem veterem). De esta forma, no llegó la sed a Roma sino, sobre todo, el final de una época en donde Roma era el centro al que afluían ríos cristalinos y continuos, agua y bienes sin aparente esfuerzo. Desde entonces y por muchos siglos el agua sería la de los pozos y la del río, agua que había que sacar y transportar, terrosa y opaca.
Visitando el Parque de los Acueductos con uno de los Tours En Roma, Claudia nos enseñó una cisterna de decantación y una rama del acueducto que salía hacia una villa.
Me imagino ahora limpiando y restaurando este trozo, lo que puedo, de un acueducto. Poco a poco se irá llenando la cisterna limaria en donde se depositarán las impurezas. Cuando llegue de nuevo a lo alto del depósito el agua volverá a salir, agua límpida que llegará corriendo sin prisas, con la justa pendiente, para alimentar la vida en Roma.
Comentario
Los acueductos pueden trasladar las agua sobre los valles. Excelente