Julio César es uno de los personajes más importantes de la historia de Roma. Clave en la desaparición de la República romana y la implantación del Imperio por su sucesor e hijo adoptivo Augusto. La huella de Julio César, por si esto fuera poco, va incluso mucho más allá. Pues a él le debemos las bases del calendario que hoy utilizamos, con él comenzó la anexión de Egipto a Roma, estudiamos sus obras como escritor, sus estrategias como militar…
Julio César es sin duda alguna una de las figuras más destacadas de la historia universal y, en Roma, todavía podemos caminar entre las huellas de su legado.
Foro de César
Ya antes incluso de la llegada de Julio César, Roma vivió un periodo de gran crecimiento. Tanto en población como en la expansión de la propia ciudad. Y, obviamente, también de su territorio por occidente.
Pese a esto, el Foro Romano, donde sucedía gran parte de la vida social, política y económica, llevaba teniendo las mismas medidas durante siglos. Comenzaba a quedarse pequeño. César sería el primero en ampliarlo creando el Foro de César. Hoy la totalidad de los foros está separada por la Via dei Fori Imperiali y el de César queda a la izquierda de la calle si dejamos el Coliseo a nuestras espaldas.
La construcción más destacada del Foro de César es el templo a Venus Genetrix. Una deidad de la que el propio Julio y toda su familia defendían descender. Antecesora de su gens Julia. En la actualidad se conservan todavía restos del templo que es uno de los más representativos del foro.

Las casas de Julio César en Roma
La casa donde Julio César creció y pasó gran parte de su vida no estaba muy lejos de este foro. De hecho la residencia familiar estaba situada en el barrio de la Suburra, un barrio humilde donde hoy se sitúa el barrio de Monti.
Desde pequeño, César admiró enormemente a Alejandro Magno, quien logró grandes victorias a una edad muy temprana. Julio no tuvo el mismo camino y no tuvo su primer cargo público hasta los 30 años. Sin embargo, siempre mostró mucha personalidad, carisma y conocimiento. Aptitudes que le llevarían a grandes cargos y logros.
Julio César dejaría su casa natal con su nombramiento como pontifex maximus. Como tal, podría residir en la Via Sacra, todo un honor y privilegio. Y allí vivió durante años.
Curia Julia
César vivió durante la República. Es decir, cuando Roma era gobernada por el senado y no por un emperador o rey. Aunque había habido un dictador, Sila, quien se había nombrado dictador vitalicio concentrando todo el poder en su figura. Personaje con el que César tuvo sus diferencias, pues rechazó casarse con la hija de Sila y hasta tuvo que huir de Roma durante un largo período, llegando a estar perseguido. Incluso las vestales tomaron partido para que pudiera regresar.
Una de las mil aventuras que forjaron al hombre que fue César y que Santiago Posteguillo nos cuenta en su novela ‘Roma soy yo‘. Es emocionante ver los lugares que hemos imaginado leyendo. Pero centrémonos en su legado en Roma.
En la República, dos cónsules escogidos mediante el voto lideraban Roma en conjunto con el resto de senadores mediante el voto.
En su ascenso político, César llegó a ser una de esas dos figuras. Aliándose con dos poderosos socios, Bruto y Pompeyo, consiguieron formar un triunvirato que en la práctica tomaba todas las decisiones. El triunvirato comenzó a disputarse entre sí un poder mayor. Disputas que acabaron en una guerra civil de la que César salió como vencedor y como único y gran mandatario de Roma. Dictador vitalicio.
Una figura muy fuerte pero a la vez delicada. Pues César sabía bien del temor y reticencia de los romanos por la figura de un rey absoluto. De un retorno a la monarquía. Por ello intentó siempre mostrar que el Senado seguía teniendo poder, aunque en la práctica no contara ya demasiado.
Julio César construyó incluso un nuevo edificio para el senado en el Foro Romano: la Curia Julia. Que, además, se conserva increíblemente bien después de tantos siglos y gracias a múltiples reformas. Conserva incluso pavimento original y se distinguen aun los asientos de los senadores. Uno de los mayores testigos del paso de Julio César en Roma.

Largo di Torre Argentina
Esta concentración de poder en un solo hombre y la adoración del pueblo hacia César hizo que algunos senadores y nobles de Roma temieran por el fin de la República y el senado. Muchos de ellos querían acabar con César para restablecer la República pero otros se unieron por puro odio o envidia hacia Julio.
Los conspiradores decidieron actuar en los Idus de Marzo del 44 a.C. Invitaron a Julio César a una reunión en la Curia de Pompeyo, cuyos restos están actualmente en Largo di Torre Argentina. Allí, una vez dentro, César conoció su final en una de las traiciones más sonadas de la historia.
Aquel marcado edificio, la Curia de Pompeyo, sigue parcialmente en pie junto al teatro de Pompeyo y 4 templos conservados en el área arqueológica del Largo di Torre Argentina. Un lugar donde cambió el mundo para siempre y que aún podemos ver con nuestros ojos.
El asesinato de Julio César en Roma, lejos de la intención de la conjura, no sólo no reestableció la República sino que provocó el inicio del Imperio Romano.

Templo del Divino Julio César en Roma
El pueblo de Roma quedó totalmente desolado con el asesinato de César y condenó a sus responsables. Esto lo aprovecharon los partidarios de César y, sobre todo, Augusto, su hijo adoptivo y heredero.
Augusto se erigió como el elegido de César e inteligentemente marcó su postura con fuerza desde el principio. El aún llamado Octavio llevó el cuerpo de Julio César al Foro Romano, un lugar absolutamente privilegiado, y organizó un funeral multitudinario para despedir a César. Incineraron su cuerpo y se decretó su divinización. Augusto, en el lugar, ordenó la construcción de un templo en honor al ahora dios Julio César. El Tempo del Divino Julio César.
Un templo del que todavía se conservan restos y podemos visitar en el foro. Pisando el lugar donde Julio César fue incinerado en Roma.
Museos Vaticanos
Augusto tendría todavía un duro camino para convertirse en emperador, pero acabó iniciando un Imperio y después de él vendrían más y más emperadores. Fue el fin de la República y en el Imperio Roma conoció su mayor esplendor, expansión e influencia en occidente, África y Asia.
Sin Julio César, no hubiera existido un Augusto y, por tanto, el Imperio Romano.
La huella del César marcó a los antiguos romanos durante el resto de su historia. Y no sólo eso, sus actos inspirarían por siempre al resto de la humanidad para siempre. Estudiando sus libros, sus hazañas, sus palabras y decisiones como las de un hombre culto, inteligente y que consiguió ser considerado casi un dios durante su vida y su muerte.
En el arte se ha reflejado mucho la vida y la persona de César. En los museos de Roma tenemos la suerte de comprobarlo. Con especial mención a los Museos Vaticanos, que conservan un espléndido busto del hombre que cambió Roma y Occidente para siempre: Julio César.
