CurArte. Iglesia del Domine Quo Vadis?

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Utilizando el precioso título de un libro de César Antonio Molina (Todo se arregla caminando) hoy damos un paseo hasta la iglesia de Santa María in Palmis, más conocida como la iglesia del 'Domine, quo vadis?' Muy cerca de las catacumbas, saliendo de Roma hacia el sur-este, Roma nos invita a caminar.

A poca distancia de Porta San Sebastiano, dejando las murallas de Roma, recorremos la primera milla de la via Appia. Caminamos por el borde de una carretera con tráfico. Se trata de un hiato entre la puerta que nos recuerda las termas de Caracalla y al Circo Massimo, las maravillas que dejamos, y la zona en la que, poco más tarde, al pasar las catacumbas de San Sebastián, el camino se convierte en un paseo arqueológico. En este hiato la iglesia del Domine, Quo Vadis? nos presenta una pregunta fundamental. ¿A dónde vas?¿Qué dejas atrás?¿Huyes o buscas?

Caminar, caminar a buen ritmo y todos los días, parece un consejo de salud al que nos invita Roma. En este lugar, a un kilómetro escaso de una de las puertas de Roma, al borde de la Regina Viarum, Roma nos indica que hemos de caminar e incluso la dirección, aunque no nos apetezca.

Un caminante especial en la Via Appia

Justo en esa pequeña curva rodeado de recuerdos de la ciudad y sus gentes, Pedro, sobre nombre de un tal Simón, reconoció a un viajero muy especial. En este lugar, justo antes de la bifurcación de la via Appia, Pedro vio llegar nada más y nada menos que al Jesús con el que tantos caminos había recorrido en Judea. ¡Vaya sorpresa! Domine Quo Vadis? Señor, ¿a dónde vas? Fue lo que se le ocurrió al verle.

Pedro salía de Roma, abandonaba la ciudad, quizás presintiendo peligros, quizás desanimado o, simplemente, sabiendo que había hecho lo que podía, que su misión estaba cumplida. Sin embargo, para alguien que piensa que su misión es seguir a Jesús, cuando se encuentra con él que camina en sentido contrario, que va hacia la ciudad, la pregunta tiene un significado claro para su vida. No busca información sobre Jesús sino sobre su destino: Domine, quo vadis? Es una pregunta que en el fondo quiere saber, ‘Señor, ¿dónde vamos?’¿No teníamos que irnos de aquí?¿Por qué vas hacia Roma?

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Información sobre Santa Maria in Palmis, la iglesia del Domine Quo Vadis

Entradas y precios:

Gratis.

Horarios:

En invierno (desde el 1 de noviembre hasta el 31 de marzo) la iglesia abre todos los días desde las 8 hasta las 19.
En verano (desde el 1 de abril hasta el 31 de octubre), la iglesia abre todos los días desde las 8 hasta las 20.

Dias de cierre:

Abierta todos los días

En la misma zona:

Cómo llegar:

Tanto el autobús 118 (inicio Piazza Venezia) como el 218 (desde San Giovanni in Laterano) paran a unos 100 metros de la iglesia.

Ubicación:

Via Appia Antica 51

Las huellas

Reconocerlo, preguntar y cambiar el sentido del camino. Esto es lo que desde entonces recuerda una piedra con la huella de dos pies. Unos pies esculpidos quizás para agradecer a los dioses el haber regresado de un largo camino o quizás implorando la protección y salud para emprenderlo, y que ahora se han quedado unidos a la historia de Pedro en Roma. Miles de peregrinos, con sus manos, con su recuerdo, han dado forma a estas plantas de pies. De piedra se habría quedado Pedro ante aquellos pies y aquella figura que le indicaban la dirección de un suplicio.

Caminando se descubre Roma, se encuentran compañeros, se cuentan historias, se aprecia la naturaleza y el tiempo. Caminando no es necesario llegar antes pero sí estar seguro de la meta para no perderse. Sin caballo, ni vehículo, los pies igualan a todos. Al límite, el cayado y la bolsa, que ayuden sin entorpecer, en el equilibrio de un paso tras otro. Lo más ligeros posibles, llevando lo imprescindible. Roma, caminando, nos cura de los fardos que intentamos llevar y del miedo o pereza para seguir. Al borde de un camino puedes encontrar un lugar como la iglesia del Quo Vadis en el que descansar, entrar y viajar con la imaginación, pero sin quedarte, sin olvidar el propio camino.

Quo vadis? La Roma del gran incendio

Al volver a Roma, Pedro pudo vivir uno de los mayores desastres en la historia de la ciudad. En la noche entre el 18 y 19 de julio del año 64, cerca del Circo Máximo, se inició el gran incendio. El emperador Nerón no estaba en Roma sino en Anzio pero gran parte del Palatino, con la nueva Domus Transitoria, y de las otras 14 ‘regiones’ en las que se dividía Roma, quedaron destruidas por el gigantesco incendió que permaneció activo durante 6 días. Nerón primero tomó medidas para ayudar a todos los sobrevivientes y, como nos muestra Tácito, decide castigar a los cristianos como causantes del incendio. Más tarde iniciará la reconstrucción de la ciudad y de su magnífica Domus Aurea.

El martirio de Pedro

“Para acabar con los rumores, Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos («quos per flagitia invisos vulgus Chrestianos appellabat»), aborrecidos por sus ignominias. Aquel de quien tomaban nombre, Cristo, había sido ejecutado durante el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato. La execrable superstición, de este modo sofocada por el momento, de nuevo estalló no solamente en Judea, la primera fuente del mal, sino incluso en Roma, donde todas las cosas espantosas y vergonzosas de todas partes del mundo confluyen y se popularizan.

El caso fue que se empezó por detener a los que confesaban abiertamente su fe, y luego, por denuncia de aquellos, a una ingente multitud. Y resultaron convictos no tanto de la acusación del incendio cuanto de odio al género humano. Pero a su suplicio se unió el escarnio, de manera que perecían desgarrados por los perros tras haberlos hecho cubrirse con pieles de fieras, o bien clavados en cruces, al caer el día, eran quemados de manera que sirvieran como iluminación durante la noche… Aunque fueran culpables y merecieran los máximos castigos, provocaban la compasión, ante la idea de que perecían no por el bien público, sino por satisfacer la crueldad de uno solo.» (Tácito, Annales, XV, 44).

Iglesia Quo Vadis

Durante esta primera persecución de los cristianos morirá Pedro. El escenario será el circo que había realizado Calígula a los pies de la colina vaticana, rodeado de jardines y espacios que pertenecían al emperador y que acogían a multitud de refugiados.

El encuentro en la iglesia del Quo Vadis, llevará a Pedro de vuelta a esa Roma en la que se quedará definitivamente.

Quo vadis? La película y la realidad

Dentro de la iglesia de Santa Maria in Palmis (por las ‘plantas’ de los pies), que es el nombre oficial de este templo, se encuentra el busto del polaco y premio nóbel de literatura en 1905 Henrik Sienkiewicz. Precisamente a este escritor y a la su novela de 1896 Quo Vadis? se debe gran parte de la fama que rodea este lugar. Esta novela será la base para varias películas aunque la más famosa será la que en 1951 dirigirá Mervyn LeRoy con la actuación de Robert Taylor, Deborah Kerr y Peter Ustinov.

Este lugar sigue unido a Polonia por un motivo aún más fuerte de la memoria del escritor. En efecto, esta iglesia del siglo XVII que conserva algunos fragmentos de época medieval, alberga la congregación de San Miguel Arcángel, funadada a finales del siglo XIX por el beato Bronislao Markiewicz.

Con Nerón termina la dinastía Julia, descendientes de Augusto, al frente del imperio. Con Vespasiano y la nueva dinastía Flavia iniciará una nueva etapa de Roma en la que la Domus Aurea se transformará tan profundamente que en el espacio de su ‘lago’ interno albergará el Coliseo. Vespasiano y Tito destruirán Jerusalén mientras que Roma inicia un proceso para convertirse en ciudad santa, meta de peregrinos. A lo largo de la historia tantos pasarán por esta iglesia al bode de la via Appia, buscando las memorias de Pedro, sus huellas. Según nos cuenta este lugar, sus pasos, a pesar de los pesares, van siguiendo los de aquel «Cristo ejecutado por Poncio Pilato».

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