Helado en Roma – Saboreando la Ciudad Eterna

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Helado en Roma – Saboreando la Ciudad Eterna

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El helado en Roma no es una forma de refrescarse en verano. Es una forma de compartir, de charlar con Roma, amigos o con uno mismo. Más que una comida, es un momento. Yo recuerdo uno muy especial, en julio de 2020. Un helado que compartí con mi amigo Daniele en la plaza Testaccio, en uno de los barrios de Roma más locales. Una noche de un calor tremendo, donde el coronavirus había dado una pequeña tregua y pocos días antes de que yo volase a Galicia en el que sería mi primer viaje de vuelta a casa como emigrado en Roma.

Mirando atrás, recuerdo cuantas cosas giraron en torno a aquel helado en Roma. Pues Daniele y yo no habíamos quedado para tomar un café o para pasear, el plan era tomar un helado. Qué pequeño elemento para tan grandes momentos.

La vida en Roma a través de un helado

Llevábamos tiempo queriendo quedar, yo tenía que contarle cómo iba mi aventura en Roma y mis planes para las vacaciones. Daniele quería contarme sus planes para el futuro, sus vacaciones próximas y, cómo no, debatir sobre cómo sería la Serie A el próximo año.

Caminé desde mi casa en el barrio Ostiense pensando en qué sabor de helado cogería. Del calor que hacía, casi lo sentía derretirse en mi muñeca antes incluso de pedirlo. La Roma acababa de jugar aquella tarde y habíamos quedado a la noche. De camino a Testaccio saludé a la Pirámide Cestia. Curiosamente, es uno de los monumentos de Roma que de noche brilla menos. Pero sin restarle hermosura.

Testaccio Fuente
Plaza Testaccio en su tranquilidad matutina.

A mi derecha dejé el Cementerio Acatólico. Después, el histórico campo Testaccio. Volví a pensar que había perdido la Roma, ¡qué rabia! Justamente después de ese golpe de tristeza, me alegré al pensar que estaba saboreando el vivir en Roma, su día a día. El pasear entre sus maravillas en la tranquilidad de la noche, en mi barrio. Un sabor que también formaba parte de aquel helado que aún no había pedido. Pues, como os decía, un helado en Roma es todo un momento, no solo el cono y su acompañante.

Una noche en Plaza Testaccio

Llegué a la plaza Testaccio algo antes que Daniele. Me senté en uno de sus bancos viendo a los niños jugar con el balón, a los mayores paseando a su alrededor y a los jóvenes sentados en grupos charlando. Como no, con un helado. Pensé en que, no demasiado tiempo atrás, una mañana mucho menos calurosa, había estado allí con mi amigo Alberto en un primer paseo después de la cuarentena pasada a principios de año.

El ruido de una moto me sacó del pozo de los recuerdos. Al sacar la cabeza, localicé la moto, era Daniele. ‘’Bella zi!’’ Me dedicó como saludo, muy romano. ‘’¿Vamos a por ese helado?’’, dijo. ¡Vamos! Ya habría tiempo de hablar, lo primero es lo primero.

Daniele conocía una heladería en la plaza, se llamaba ‘Capitan Cono’. En un barrio romanista, y justo vamos a dar con »el Capitano», el Totti de las heladerías. Ni escrito a propósito saldría tan bien.

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Ese helado se estaba volviendo aún más especial. Cuando llegamos a la puerta, un pequeño chico llegó corriendo después de pasar el balón a sus compañeros de juego. Tímido al coincidir con nosotros, esperó en la puerta a que pidiéramos, con ganas de coger su helado para seguir jugando y comiendo. Saboreando también él al máximo aquella noche romana.

Me iba a volver al mostrador cuando me fijé que llevaba la camiseta de la Roma. Otra bonita coincidencia. Se me quedó mirando, le sonreí y le dije: ‘’hoy hemos perdido… ma forza Roma sempre, eh?’’ Se le iluminó la cara con una gran sonrisa pero, todavía tímido, hizo sólo una afirmación con la cabeza, lo más fuerte que pudo, para compartir el ánimo entre romanistas.

La penúltima noche romana

Ya con nuestro helado, fuimos a sentarnos en la fuente del centro de la plaza. Allí, otros grupos disfrutaban de su helado y su noche de verano en Roma. Debatiendo, riendo y callando, pero en conexión con los demás.

‘’Aaaaah, estos momentos. Esto es la buena vida’’, dijo Dani al sentarse. ‘’Bueno, ¿y cómo va todo, zi?’’

Ya estaba todo dicho y quedaba todo por decir. Con un helado como centro de la noche, hablamos de la vida, de fútbol, de amoríos, de Galicia, de Roma. De ir y de volver. De saborear cada momento como si fuese aquel helado.

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