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Capital viene de Caput (cabeza) por su visibilidad y sede de órganos importantísimos. Una ciudad que dio nombre a un imperio. Cuando quedó sin cuerpo, como cabeza de estatua caída, pasó a ser piedra, fundamento, para una nueva historia.

Una ciudad que se hace notar, que posee en sí los órganos de gobierno, en donde sentir y experimentar todo lo que pasa. Roma es Caput Mundi, capital actual o hidra decapitada en tantos cortes y luchas. Roma nos hace perder la cabeza pero también nos llama con esperanza através de una belleza acéfala. Ella siempre espera recuperar sus facciones, un rostro, una voz.

Por otra parte, Roma, conserva incluso cabezas temibles. Lo que en vida daba miedo, al ser vencido mientras Roma sigue viva, hace que, como en el caso de Medusa, se convierta en aviso, adorno, escudo. Roma Caput Mundi decora sus fachadas, muros y armaduras incluso con cabezas vencidas.

Roma Caput Mundi

«Ipsa, Caput Mundi, bellorum maxima merces, Roma capi facilis» (Lucano, Pharsalia, II, 655-656). Roma, en tiempos de Nerón, cuando Lucano escribe y por cuya orden de suicidio interrumpe su labor, era Cabeza del Mundo. Una ciudad ‘llena con todos los botines de guerra’ y, al mismo tiempo, ‘fácil de capturar’.  ‘Caput mundi’ significaba, según el poeta, que en ella se habían reunido los tesoros de tantas batallas en una extensión de conquistas que parecía superar cualquier otro imperio conocido. A Roma, como cabeza, llegan alimentos, sangre, todas las experiencias de los sentidos.

Sin embargo, es fácil de capturar, no sé si por ejércitos enemigos o por quien obtenga el poder. Al estar tan visible, al ser tan importante y rica, Roma es muy apetecible y no tiene más defensa que esa altura a la que el resto del cuerpo la coloca. Siempre quiso poseer la mirada de Medusa pero tuvo que contentarse con algunos buenos cascos. Fragilidad de lo más elevado que se sostiene sobre un flexible cuello. ¡Cuantas maravillas de la Antigüedad aparecen decapitadas!

A pesar de esta debilidad, casi como en un eterno juego, esos cuellos buscan y reciben cabezas, a veces imitaciones, otras supuestamente justas y muy pocas originales. Un puzle que, como la tela de Penélope, se hace y deshace continuamente en Roma, mientras espera el rostro noble, familiar y amado.

Roma, para perder la cabeza

Un caso extraño que puede ser ejemplo de esta Roma nuestra, es lo que sucedió con la cabeza del papa Paolo IV, de la familia Caraffa. No en carne y hueso, sino en su más dura e imperecedera imagen.

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Roma Caput Mundi y lugar donde se encuentran cabezas como la de esta estatua de Paolo IV

Siempre me ha parecido muy apropiada la alegoría del tiempo que desvela la verdad. Aparece en muchas obras pero yo ahora tengo delante la escultura de Bernini en la Galleria Borghese.

Una cabeza, como ésta, se descubre con verdad, gracias al tiempo. Pero también, por acción del mismo. Sus facciones podrían haber quedado borradas, lisas y consumadas tras el paso de los días, años y siglos. Sin embargo, en este caso, parece que el tiempo ha querido acentuar algunos rasgos. Al igual que el misterioso artista que va retocando el retrato de Dorian Gray, el tiempo modifica la expresión intentando liberar la verdad de un alma, un carácter que parecía prisionero bajo otras formas, incluso hermosas.

Cuando alguien encarna el poder de esta Roma, Caput Mundi, también corre el riesgo de perder la cabeza ya sea por propios delirios de grandeza o por la desesperación que produce la sed de liberarse de un peso (cabeza y tiara) insufrible. También podemos perder la cabeza por amor pero, en ese caso, como nos cuenta Bocaccio en su Decamerón, esa cabeza acaba a buen recaudo en un tiesto de perfumada albahaca. Porque quien pierde la cabeza por amor merece recibir lágrimas como lluvia y no sólo la bruma del recuerdo.

Reconocer, amar u odiar

Cuando muere Paolo IV en 1559 se desata un río de furor popular. Menos de 4 años duró su gobierno y tanto se agitó el cuerpo de la ciudad que, al final, explota lanzando con violencia ese tapón-cabeza que lo comprimía. Paga las consecuencias su estatua colocada en el Campidoglio que acaba derribada y su cabeza arrastrada por toda la ciudad. Esta cabeza, coronada con la triple corona (trirregno) parece sufrir una extraña deformación que la alarga y hace pesar.

Una cabeza, puede ser un rostro que olvidar, el que desearías borrar de la faz de la tierra, el blanco de tantas iras. El poder puede tener un peso que requiere el ejercicio una presión en sentido contrario. Y muchas veces la cabeza es el tapón de toda esa presión.

Roma es también esta cabeza, la que tiene y contiene todo a través de la Inquisición o la creación del Ghetto judío. Paolo IV con su política anti-imperial y de ‘pureza’, condenó a tantos, desde cardenales como Pole o Morrone, hasta estudiantes como Pomponio Algieri. Eso sí, no hacía acepción de personas.

Ruedan cabezas

Esta cabeza, tras las explosión de liberación al morir la de carne y hueso, fue encontrada durante los trabajos de limpieza del Tíber para la construcción de las murallas que protegen sus orillas. Allí fue a parar tras rodar y ser arrastrada por las calles de la ciudad. Ahora, descansa en el Castillo Sant’Angelo, no sé si como una joya o para protegerla de una furia que sigue aleteando en la historia. Aquí me la encontré y sorprendió durante una visita guiada en Castel Sant’Angelo.

Sin embargo, en otros casos, como en el patio de entrada de los Museos Capitolinos, impresiona una cabeza gigantesca perfectamente conservada. Es lo que queda, junto con manos y pies, por ser de piedra, de una escultura colosal de Constantino. Rostros que parecen estar hechos para llegar a la altura de los personajes. Bustos rescatados de la historia y que perduran, encarnando momentos que no se quieren olvidar. Cabezas supervivientes, rostros de esa Roma, Caput Mundi, llena de poder y grandeza. Ellas son lo primero que se quiere derribar o las facciones que nos atraen.

Un rostro para olvidar o un precioso recuerdo

Como en el caso de tantos personajes de Roma -el famoso Geta, hermano de Caracalla es uno de ellos- un rostro, como el nombre, puede ser lo primero que deseamos borrar de la memoria y de la historia. Roma está llena de estas memorias que hablan precisamente porque están borradas.

Roma, Caput Mundi, también nos muestra ejemplos de cómo una cabeza puede estar destinada a una guillotina terrible: la de la memoria. Al mismo tiempo, esas cabezas borradas o vilipendiadas, en la misma Roma en otros lugares, se conservan intactas. Porque incluso Paolo IV, con su triste memoria, lo podemos encontrar entero y solemne en la capilla de su familia en Santa Maria Sopra Minerva. El ámbito de la poderosa familia Caraffa es el que lo acoge, cuando sus restos mortales no pueden quedarse en la basílica de San Pedro.

Os invito a visitar esta preciosa capilla, lugar final de reposo de este papa, contemplando sobre su tumba, la representación de esa ‘cabeza del mundo’. Aquí podemos ver cómo el tiempo desvela también la verdad, sea odiosa o amante, de esta Roma. Ese tiempo que, mientras que a nosotros nos arruina, parece hacer de Roma un rostro cercano, siempre actual y que sigue suscitando tantas pasiones.

«Oggi me sembra che er tempo se sia fermato quiVedo la maestà der ColosseoVedo la santità der cupoloneE so’ più vivo e so’ più bbonoNo nun te lasso maiRoma capoccia der mondo infame.»
Roma Capoccia, canción de Antonello Venditti.

(‘Pasquinata’ ante literam del siglo XII)

Roma caput mundi est, sed nil capit mundi.
Roma dat omnibus omnia, dantibus omnia Roma.
Roma manus rodit: si rodere non valit, odit.
Quid Romae faciam? men tiri nescio.

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