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Cuando paseo por el centro de Roma de camino hacia la Fontana di Trevi, antes de cruzar via del Corso, me da una especial alegría pasar ante la actual iglesia de los Santi Bartolomeo ed Alessandro dei Bergamaschi. Estamos en Piazza Colonna, en pleno centro de Roma, y allí estaba el hospital de Santa Maria della Pietà o Dei Pazzarelli hasta que el Benedicto XIII en 1725 la transformó en iglesia nacional de los nativos de Bergamo. En medio de los turistas que contemplan la Columna, las cámaras de televisión siempre listas, las vallas y las patrullas de policía que custodian Palazzo Chigi, sede actual del presidente del gobierno italian, me gusta pensar que precisamente allí se abría el primer hospital de Roma dedicado a los enfermos mentales y peregrinos pobres.

Locura y piedad

Todo empezó en 1548 con un cura sevillano llamado Fernando Ruiz, capellán del monasterio de Santa Caterina della Rosa o dei Funari y amigo de San Ignacio de Loyola. Ese año, con la ayuda del doctor García Serrano, natural de Medinaceli, y los navarros Ángel Bruno y su hijo Diego, instituye una confraternidad para la asistencia de los forasteros y ‘mentecatos’ (mente-captos). Estos, en palabras de la bula de aprovacion de 1561, se hallaban ‘abandonados por todos, vagando por la ciudad expuestos a las burlas y a todo tipo de sufrimientos morales y materiales’. Los que, más allá de la pobreza, nadie quería ver.

padre Jofre defiende un loco cuadro Sorolla
El mercedario P. Jofré defiende un loco en 1409 dando origen al primer hospital del mundo dedicado a las personas con enfermedades psíquicas. Cuadro de 1887 de Joaquín Sorolla pintado durante su estancia en Italia.

Para realizar la misión de asistencia a estas personas la sede en Santa Caterina se queda pequeña. Una solución aparece cuando se llega a un acuerdo con los jesuitas que habían recibido como donativo de Faustina Francolini una casa en piazza Colonna. Luego, con lo que ganaba el ‘abate Ruiz’ y lo que conseguía pidiendo por todas partes, en 1569 se empieza la construcción de la iglesia de Santa Maria della Pietà. Mientras, ‘messer Angelo’ redactaba las Constituciones de la nueva confraternidad y se convertía en promotor de la construcción del templo. La iglesia se terminará en 1573, justo el año en que murió Ruiz. Para el nuevo hospital irán los bienes de su testamento.

Piedad como respuesta

D. O. M. / FERDINANDO RVITIO / HISPALENSI PRAESBYTERO INTEGERRIMO / QVOD RELIGIONIS ERGO / HOSPITALEM HANC DOMVM / PAVPERIBUS EXTERIS AC / MENTE CAPTIS PRIMVS / ERIGENDAM CVRAVERIT… Estas eran las palabras que lo recordaban en su lápida. Al perderse la inscripción en los posteriores cambios de sede, he querido recordarlas aquí, en honor de quien fundó el primer hospital psiquiátrico de Roma.

Esa segunda parte del siglo XVI la Ciudad Eterna está en una época de grandes transformaciones, reformas en la iglesia católica, inicio de nuevas familias religiosas, luchas, descubrimientos, construcciones. En medio de una Roma que quizás como nunca antes o después, era centro del Orbe, estos españoles no estaban en la ciudad para buscar algún buen puesto o beneficio. Tampoco se dedicaban al estudio o a las controversias, ni a la ciencia o a las artes. De todo ello también había, pero estos no. Ellos escogieron la locura de acoger, asistir, entregando su tiempo y recursos a los desquiciados. Intentaban así abrir y no derribar puertas de mentes que aparecían sin ‘cárdines’ ni goznes.

La piedad nos detiene

La locura de dedicarse a los locos puede ser llamada ‘piedad’ aunque yo creo que el nombre ya estaba en esa zona de la ciudad cerca del Pantheon. Un relieve quizás perteneciente a un desaparecido arco de Trajano, representaba una mujer – provincia del Imperio- suplicando ante el emperador. Ese relieve que «era intagliato lì nel marmo stesso» (Purgatorio, canto X) nos habla del acto de pedir más que del de otorgar. Se elogia la humildad del que siendo emperador se apiada de una mujer implorante. Todo ello dará lugar al nombre de ‘piedad’ para esta zona de Roma, y motivo a Dante para componer un hermoso diálogo de su Divina Comedia.

Es la piedad la que nos detiene, la que nos hace parar para socorrer y acudir sin pasar de largo. Y ese atender a quien parece no contar nada, es visto como motivo suficiente para que todo un emperador pagano pueda llegar al cielo.

«giustizia vuole e pietà mi ritene» (Pugatorio X, 93)

plaza colonna galeria

En todo caso, aquí y en una Roma tan rica de eventos entre embajadores, damas, reyes o cardenales, nacía como una hermosa atención a quien ni siquiera era capaz de pedirlo, el Ospedale di Santa Maria della Pietà dei pazzarelli.

A cierta distancia de la locura

Si pensamos que también en 1581 los hermanos de San Juan de Dios se establecen en Piazza in Pietra, muy cerca de Piazza Colonna, nos encontramos con una manzana en pleno centro de la ciudad dedicada a la salud. Sin embargo, poco después los ‘fatebenefratelli’ quedarán ‘aislados’ en la isla Tiberina y en 1728 el hospital de los ‘pazzarelli’ lo llevarán hacia una zona más periférica, en via della Lungara, formando parte del ‘archihospital’ del Santo Spirito.

Curar no es sólo dar de comer y un techo. En este sentido Santa Maria della Pietà es la búsqueda de un sentido que dé paz a lo que va más allá de la razón. Santa Maria della Pietà se parece más a una sinfonía, a un sueño pintado que a un edificio. Pintado de verde, como el color de los gorros que exhibían los pacientes durante sus paseos al aire libre. Hermoso color, al igual que el amarillo, que puede servir para identificar y advertir. Es curioso. En Roma, siempre a mediados del siglo XVI, llevaban un sombrero verde no sólo los que habían perdido la razón sino también los que había perdido los bienes. Los deudores insolventes y los locos estaban ‘ridotti al verde’. Lo que para nosotros sería estar sin blanca.

Santa María della Pietà es, por todo ello, una ocasión para acercarnos sin miedo a una de las cosas que más nos asustan: la locura que llevamos dentro, más o menos posible o real, que nos pierde. Ese miedo lleva a alejarnos o alejar la demencia en vez de acercarla al calor y al trato que la pueden calmar. No se trata sólo de abrir la puerta de una mente sino de abrir las del corazón de Roma para que estos ‘pazzarelli’ se puedan visitar el arte que consuela, que habla de lo inefable, pudiendo acercarnos a lo más terrible sin que nos dañe.

Santa Maria della Pietà hasta hoy

Ahora bien, de estar en pleno corazón de Roma, estos enfermos pasan a estar más allá del Tíber. Luego, en 1909 gracias a una iniciativa del senador Alberto Cencelli, los arquitectos Edgardo Negri e Eugenio Chiesa construirán en la colina de Monte Mario un nuevo hospital psiquiátrico llamado Manicomio Provinciale di Santa Maria della Pietà. Este hospital, el más grande de Europa en ese momento, empezó a funcionar el 28 de julio 1913 y fue inaugurado oficialmente por el rey Vittorio Emanuele III el 31 de mayo de 1914.

Desde allí, en un hermoso parque que domina la ciudad, sigue viva esta institución no como lugar de reclusión sino como testigo de una ciudad que no renuncia a curar nuestros males, ‘recogiendo la verdad de lo que encuentra’ aunque nos dé miedo, sea incomprensible o simplemente distinto.

No hay aquí nada nuevo; nada he dicho,
que otros antes que yo no hayan probado,
y por sabido ya no esté olvidado;
ni por oposición o por capricho
plantar una verdad como en un nicho
de un elevado altar, se me ha antojado.
Yo estoy loco, y de loco son mis juicios;
mas no teniendo bando ni bandera,
de ninguno esperando beneficios,
porque ni nada fui en mi edad primera
ni tengo de ser nada hasta que muera,
recojo la verdad donde la encuentro,
la consigno cual es, la dejo entera,
y no la desencajo de su centro.

(José Zorrilla. Album de un loco)

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