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Puede parecer un título extraño. Lo reconozco. Pero me gusta mucho contar cómo los lugares van unidos en mi imaginación a palabras. En este caso, la Rosaleda de Roma la pronuncio no como una explosión de color durante el Premio Roma en mayo, sino como la frescura de la vida estrenada. La frescura con estremecimiento de lavarse tras el sueño, como una mañana de aire limpio en la que estrenar el tiempo.

La Rosaleda de Roma o el rocío que nos lava

Cada año, alrededor de la fecha que conmemora el nacimiento de Roma (21 abril), se abre el Roseto Comunale, la Rosaleda de Roma. Iniciar la estación de los días ‘floridos’ en este lugar es una de las hermosas experiencias que os aconsejo. Os cuento la mía.

rocío sobre la hierba en la rosaleda de Roma

Cuando entré en la Rosaleda, por el ingreso de la parte alta, junto a los árboles, el rocío luchaba con el sol. La sombra era su aliada compactando sus minúsculas gotas, bien plantada en su húmeda quietud. Mi buen maestro —tengo que llevar a Óscar la próxima vez que venga a Roma— con sus manos, suavemente, removía las puntas de las tiernas hierbecillas como si fueran los cabellos de su hijo. Viendo sus manos que se movían mojándose, me incliné para recibir en mi rostro ese rocío. Me quería descubrir del acre color que me escondía tras mi paso por el infierno. Limpia, lava, refresca y sana lo que mis lágrimas no conseguían bajando por mis carrillos.

Y así, me descubro yo, peregrino, que llega a esta colina con deseo de aire puro, de verme limpio tras un largo camino. Conozco ya tantas, pero pocas veces las palabras se quedaron fijas en mi sombra de recuerdos como este rocío:

“Quando noi fummo là ‘ve la rugiada
pugna col sole, per essere in parte
dove, ad orezza, poco si dirada,

ambo le mani in su l’erbetta sparte
soavemente ‘l mio maestro pose:
ond’io, che fui accorto di sua arte,

porsi ver’ lui le guance lagrimose:
ivi mi fece tutto discoverto
quel color che l’inferno mi nascose”. (Dante, Divina Commedia, Purgatorio I)

Rosaleda, lugar en donde recobrar el color, limpiarnos del camino. Así me la imagino y os ofrezco mi traducción.

“Cuando llegamos allí donde el rocío
lucha con el sol, por estar en una parte
donde la sombra hace que se desvanezca poco a poco,

ambas manos abiertas sobre la hierbecilla
suavemente mi maestro puso:
por lo que yo que me di cuenta de su hacer,

y le ofrecí mis mejillas lacrimosas
en las que consiguió descubrir
aquel color que el infierno había escondido.”

Qué sonido tan hermoso el de esta voz que escucho por la mañana paseando por la Rosaleda. Como el recuerdo de un aroma que permanece desde años, evocador, estas palabras se despiertan con mis sentidos en la fresca mañana. La mañana, el inicio, me gusta, consigo decirlo, con la voz de estas palabras que fecundan mi boca.

rosaleda de Roma

Un violinista en la Rosaleda de Roma

Rosas y jardines sobre terrenos de huertas tras la guerra, sobre el cementerio hebreo trasladado allí en el s. XVII, sobre campos que rodeaban la antigua Rocca Savelli medieval. Rosas y jardines sobre una ciudad que se viste y desnuda sin cobijo para ir incluso hacia los tiempos míticos en los que Caco y Hércules hollaron sus senderos. Volvemos a los orígenes de Roma teniendo en frente un futuro ya pasado en el Palatino.

Una colina de espera y esperanza. Parece que la ciudad allí ha perdido todo, excepto su vida palpitante en suelo ancestral. Recupera su piel primigenia y los senderos en forma de menorah. Una ciudad que por un momento se hace peregrina caminando a través de sus siete pecados mientras asciende por esta colina de purificación. Aquí, encuentra un lugar donde lavarse con el simple y pobre rocío de la noche fría. Los peregrinos, como en Lavacolla, al anunciarse la cercanía de la meta, necesitamos agua para estar y sentirnos limpios.

Vista de la Rosaleda de Roma desde el aire

La música queda. Acompaña a los que dejan todo para emprender un camino. Se abandona incluso la pobreza, pero recuperamos el tiempo. Y así, tanto al salir como al llegar, solo lo que son realmente nos diferencia. Camino, tiempo y vida. Nada más nos queda y así podemos seguir, confiando. Para este lugar, colina en una isla de Roma, es necesario el tiempo. Ya podemos contar porque hay esperanza, porque el sufrimiento tiene un ritmo, porque la expiación, como la centrífuga, se cuenta en revoluciones por minuto.

rosaleda municipal de Roma

Catón, también aquí, nos espera junto a la verja de entrada en Valle Murcia. Podría ser él el violinista que bajando del tejado nos precede en la senda que recorre la Rosaleda de Roma.

Abracadabra. Abandonando la vana complacencia, todo desaparece, excepto una música que queda como rocío sobre la hierba. Hay lugares en Roma en donde se cobijan palabras, pero también lugares, como este, en donde se refugia una música.

Apertura del Roseto comunale y horario de visitas

La rosaleda, Roseto Comunale, está abierta desde el 21/4 hasta el 13/6, desde las 08,30 hasta las 19.30. Os aconsejo ir o muy temprano o al atardecer.

Comentario

    Todo realmente bien redactado e interesante saludos desde Chile

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