R(h)ome, la ciudad que nos espera

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En estos últimos días, dos amigos, Pablo y Raúl, me decían que les encantaría tener un pisito en Roma. A ambos les gustaría hacerse con un rincón propio para pasar más tiempo aquí, incluso 6 meses, dividiendo el año y sus viajes con un lugar que sienten como casa. Roma contemporánea, como en casi todas las épocas de la historia, es atractiva… y muy cara. Cierto, no para todos y seguramente menos para los que no tienen más remedio que hacer largas colas de tráfico o esperando el transporte público, si es que pasa.

¿Qué tienen en común un director de museo de bellas artes y un ingeniero informático? Ambos encuentran en la Roma contemporánea lo necesario para querer volver, para emocionarse como en ningún otro lugar, para encontrarse cómodos en el bullicio y simultaneidad de vidas que fueron y son. Ambos no tienen miedo a la complejidad inexplicable que intentan gobernar.

Contemporánea, desde siempre

En cada época, desde la antigüedad, por diversos motivos que siempre se resumen en un “no sé qué que se halla por ventura”, Roma es una ciudad deseada. Siempre se siente renovada, compañera de la singladura de los que por aquí pasamos. En cada época ofrece modernamente sus glorias y se hace contemporánea de quienes la eligen como musa, modelo, techo, de laboratorio o prisión, pero siempre crisol en el que colar nuestras horas de esfuerzo o descanso reparador.

ulises y las sirenas dibujo yago
Escuchar el canto de las sirenas, todo lo que pasa y encanta, y conseguir permanecer, seguir navegando. La Odisea de Roma vista por Yago.

Sacar adelante una nueva exposición con préstamos de cuadros o un nuevo proyecto para la gestión de las operaciones de una ONG, se pueden llevar a cabo sabiendo que al otro lado de la puerta Roma te está esperando. Te ofrece lo de siempre: aire y agua, laureles y acanto, nuevos y como los de antaño, junto con los miles de construcciones que siguen existiendo presentándose desde lejos… Y también lo más efímero, lo que viaja sobre la superficie de cada día. El concierto en la noche de verano en la explanada del templo de Venus, ante el Coliseo. Las emociones de una carrera de atletismo o de un pelotón de ciclistas. Manifestaciones y desfiles oficiales. Parejas que se hacen fotos de matrimonio en el Coppedè y los que se cuelan ante las cámaras por un momento de gloria en el telediario de la noche. Esculturas que cubren la corteza de unos árboles por unos días y las que quedan plantadas como jóvenes retoños entre bosques de piedra y metal.

Roma, ciudad con tantos mundos, sirenas, en los que es difícil entrar si no es para quedarte. Moderno infierno.
Roma, Urbe solar, que conduce sus rayos, invitándote a salir constantemente, o que te hace descubrir inalcanzables ideales a través de sus sombras.

Lo de hoy desea lo antiguo

El deseo de permanecer, de no ser sustituido por otra novedad, el valor de lo que vale la pena conservar. En Roma hay muchísimo, en cada época, y parece que todo lo que pasa, quiere agarrarse a esta ciudad eterna para perdurar. Aquí, lo último parece darse cuenta de que no le conviene jugárselo todo con la carta de la novedad. Es una baza demasiado rápida para que pueda repetirse. En Roma, echamos la moneda para volver. Y decir volver es una forma de decir que te gustaría envejecer con ella.

Desde hace siglos, ¡qué ganas de dejar las huellas de un día como si fueran sombras grabadas con punzones en sus viejas rocas! Invasores de todas las épocas, mientras saqueaban, escribían sus nombres. Artistas de todas las épocas, mientras creaban, escribían sus nombres. Viajeros de todas las épocas, para dejar constancia de su paso, escribían sus nombres en registros, postales, un billete o un diario. (¡Ni se os pase por la cabeza firmar en una pared o piedra!)

Nada de lo que hacemos lo hacemos para que se destruya. A pesar de ello, sabemos que, lo que más nos importa, durará cuanto unas pocas relaciones que quizás nos sobrevivan unos años. En las gigantescas ruinas de Roma, si tanto ha quedado, ¿algo mío, pequeño pequeño, no podría quedarse pegado como polizón en la quilla del tiempo o quizás en la estiba, carga presente que vale la pena llevar en el futuro? Porque lo que vemos en Roma constantemente es que solo quien sobrevive al tiempo demuestra valor. El valor de quien construye, invirtiendo saber, recursos y vida, que encuentra el valor de quien salva, usa, siente, resiente y aprecia, siempre invirtiendo vida, recursos y saber. Lo viejo y lo nuevo bajo el mismo techo.

Bajo el mismo techo. 400 años en el Palacio de España
Bajo el mismo techo. 400 años en el Palacio de España. Libro escrito por Marta Isabel Sánchez y Alberto Rodríguez. Lo antiguo y lo actual conviven contemporáneamente en Roma. Hoy, también el arte de Tyto Alba nos lo muestra en la portada de un libro.

Bodegas

Bodegas de barco y donde degustar los frutos de Baco. ¿No te extraña la gran cantidad de representaciones de Dionisio en los Museos Vaticanos? Es el espectáculo, el gusto, quien te puede transportar por unos momentos hasta la eternidad y, por eso mismo, quien puede vencer el tiempo.

Roma contemporánea es una gran bodega, un gigantesco Palacio de Exposiciones bullicioso de vida como uno de sus ‘mercati rionali‘. Vinos jóvenes y pocas botellas de añejas cosechas. Lugar en el que se bebe y se pasa de mano en mano, casa para invitados y donde siempre encuentras a alguien de casa. Pero lugar fresco y sano en donde mantener y criar lo que quieres que envejezca sin que se arruine. La MAXXI fiesta en la que sacamos nuestras galas, ritmos, palabras, gestos, obras de autores vivos, obras actuales porque se saben hijas de otros mientras su mañana aún no ha llegado.

Una bodega es entrañable. Lugar en el que conservar de la intemperie y a donde ir para sacar frutos. Roma es una entrañable bodega con un tiempo para saborear lo que otros y la naturaleza hicieron, y un tiempo para crear nuevos caldos. Y Roma es también galera genovesa que transporta en su bodega, entre pasados puertos y futuros, los bagajes más preciosos o necesarios.

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