Arquitectura, pintura, decoración y naturaleza unidos buscando la perfección de las formas, recreando la belleza. Todo esto es Palacio Villa Farnesina.
El Palacio de Villa Farnesina fue construido entre 1505 y 1511 en Trastevere para el banquero Agostino Chigi. Era una zona baja, cercana al río Tíber en donde alguna vez crecieron los huertos y viñedos de Julio César. Se cree, incluso, que aquí se alojó secretamente Cleopatra durante su visita a Roma con su hijo Cesarión. Quien sí se alojó seguramente fue siglos después Richelieu y Cristina de Suecia.
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Información para visitar Villa Farnesina
Entradas y precios:
9,00 € reducida para mayores de 65 años.
7,00 € reducida para jovenes hasta 26 años.
Gratis: niños hasta 10 años, acompañantes de minusvalidos, un acompañante por cada grupo o grupo escolar, guías turisticas autorizadas.
Horarios:
El segundo domingo del mes apertura extraordinaria de 9 a 17 con visitas guiadas.
Dias de cierre:
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Cómo llegar:
Ubicación:
Palacio Villa Farnesina: paredes abiertas al arte y naturaleza en Roma
La villa es un perfecto ejemplo del Renacimiento en Roma: la logia de Cupido y Psique como continuación de los maravillosos jardines, la logia de Galatea…
La Farnesina es una fuente en la que percibir ese extraño equilibrio del Renacimiento. En él aparecen seres mitológicos, historias de dioses, símbolos de la sabiduría. Se integran, así, una visión del mundo neo-platónica con la sociedad cristiana que quería hacer de Roma la nueva Atenas. Una nueva Atenas que es al mismo tiempo la Jerusalén celestial. Sin discontinuidad, sin contradicción al menos aparente. Personajes como Savonarola, Lutero y muchos eclesiásticos después de Trento, considerarán la temática y realización, como ‘demasiado mundanas’.
Toda una constelación de grandes artistas se dan cita en sus salas para recrear este mundo lleno de esperanzas: Peruzzi, Del Piombo, Bazzi, Rafael…
La sala de las Perspectivas en Villa Farnesina
La sala de las Perspectivas, decorada por Baltasar Peruzzi, en el ambiente donde se celebró el banquete de boda de Agostino Chigi, es uno de mis lugares preferidos. Las paredes están abiertas con la imaginación hacia paisajes y mundos imaginarios. Es un lugar que quiere prescindir de los limites del espacio. Allí el tiempo juega a llevarme a una época sin tiempo, poblada de dioses, jardines, escenas en las que la realidad cotidiana se sublima: la chimenea se convierte en la fragua de Vulcano. Uno de los lugares cumbre del arte renacentista en Roma en los que te sientes realmente agasado por la belleza. En esta sala de la Villa Farnesina me siento centro de un universo de historias y lugares, sin tiempo.
Sala de las Bodas de Alejandro Magno
Agostino Chigi conoció a Giovanni Antonio Bazzi en Siena y lo llamó a Roma para que adornara su dormitorio. La generosidad, la fuerza, el poder y la vida amorosa del gran Alejandro pasaron a ser una hermosa idealización del propio Agostino que tanto admiraba. Así incluso los detalles de vida íntima seguías los pasos del amor entre Alejandro y Roxana.
Tambien aquí una hermosa chimenea se abre oscura introducida como un lugar desde el que Vulcano se acerca al mundo de la superficie. Unos amores-niños traen la leña para alimentar el fuego. Incluso apagado, se siente el placer de su calor y el misterio de su origen.
Tanta hermosura en jardines, arquitectura y color pasará luego a la familia Farnese que incluso había ideado un puente para unirla a su palacio en la otra orilla del Tíber. Pero ya había tenido lugar la hecatombe del ‘Sacco di Roma’ y las esperanzas e ilusiones eran otras.
De los Farnese pasó a los Borbones del Reino de las dos Sicilias, de ahí al embajador de España en Nápoles y en 1927 lo adquirió el estado Italiano pasando a la Accademia dei Lincei.
Lansquenetes en Villa Farnesina
Un detalle curioso. En el maravilloso fresco en el que las paredes de la Sala de las Perspectivas (Sala delle Prospettive) se abren a un paisaje de Roma un soldado Lansquenete ha dejado su recuerdo. Mientras el artista ha convertido la sala en un lugar paradisíaco él lo trae de vuelta a la realidad más cruel y sarcástica, casi firmando el inicio de la decadencia del Renacimiento en Roma: «1528, ¿por qué yo que escribo no tendría que reír? Los lansquenetes han hecho correr al Papa» .
«En el jardín, una fuente de taza cantarina lanza hacia lo alto un surtidor de agua, vago recuerdo del rumor del Tíber de cuya orilla ha quedado separada por la canalización del río y las exigencias urbanísticas. Las alegres fiestas que acogió este vergel, la música y el baile, los versos recitados en primicia por Catulo, los compuestos por Imperia, las charlas en torno a los artistas y su arte, se han desvanecido. Mas las estancias no han quedado desnudas. Las historias de dioses y de amores son más potentes y duraderas que las de los mortales, impregnando la imaginación y el tiempo, se renuevan con cada mirada. La villa entera, sus logias, salones y alcobas cantan al amor triunfante, al amor como motor del mundo y de los corazones, un amor que perdura más allá de nuestra propia existencia. ¡Qué hermoso sueño!»
Villa Farnesina en ‘Mujeres de Roma’ de Isabel Barceló
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