El Liceo Cervantes de Roma – 50 aniversario

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El Liceo Cervantes de Roma – 50 aniversario

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Al escuchar por primera vez el precioso título escogido para conmemorar estos 50 años de Liceo como escuela pública española en Roma, pensé no sólo en unos molinos, en este caso de agua, que se hacen gigantes, convirtiéndose en el Liceo, edificios nuevos, impresionantes y reestructurados. En ese momento pensé, sobre todo, en los años y años de lecturas y ensoñaciones dentro de una casa, como preparación de la aventura.

De molinos a gigantes. 50 aniversario Liceo Cervantes

Luego, al releer el capítulo VIII del Quijote he pensado que la frase con la que inicia el episodio del combate contra los molinos de viento me podía guiar durante estas palabras:

La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos

De hecho, la ventura, no es una cuestión de suerte. Se trata de las cosas que están por venir (venturus) como si el fin, el futuro que se espera guiase ese camino.

Nocturno el río de las horas fluye
desde su manantial que es el mañana eterno…

Don Quijote, yo y creo que todos nosotros, salimos, nos aventuramos, nos dejamos guiar por ese futuro -esperamos mejor- que va más allá de lo que podríamos pensar o acertar. La mente que se abre camino hasta lugares salvajes o lejanos es la del poeta; pero la mente que nunca encuentra el camino de vuelta es la del lunático. Hoy, todos nosotros, en una manera u otra aventureros, caminantes o peregrinos, volvemos a descubrir esta casa. Nos curamos de nuestras locuras volviendo a los orígenes. Tras 50 años volvemos la vista hacia el momento en el que salimos porque, como nos decía Alfonso, podemos acostumbrarnos a este lugar sin descubrirlo, sin volver la vista atrás.

Una exposición en el Liceo Cervantes

Los lugares, como la lengua, primero se viven y luego se estudian, se descubren. Recordar, ver los documentos, es la gramática de lo que vivimos. Vemos qué lugar ocupa cada cosa en la secuencia de los eventos, como las palabras en una frase, construyendo con sentido.

conferencia 50 aniversario liceo cervantes
Durante la conferencia del 21 abril 2023 sobre la historia del Liceo español Cervantes de Roma.

Hace unos días, Carlos Vidal, me envió una foto de este cuadro durante una visita en palazzo Corsini. Se trata de una obra de Paolo Pollastri que no lleva hasta 1872. Por una parte, ante la ventana podemos contemplar los jardines y el Gianicolo con el Liceo en la actualidad y, contemporáneamente, cómo el artista los veía a finales del siglo XIX. Tras la destrucción de las batallas de 1849, los molinos-fábricas se habían reconstruido como vemos en los dibujos de Giacomo Barchiesi, quedando las fachadas casi como en la actualidad.

Sin embargo, estamos en una época de profundas transformaciones. Roma se convierte en capital de esta nueva nación unificada que se llama Italia. Si queremos imaginarnos el camino, la ventura de estos molinos, os invito a visitar con calma la exposición que se encuentra en la entrada del Liceo español Cervantes.

Una nueva etapa en la historia de Roma y de los edificios del Liceo

Ante los nuevos motores que mueven la industria y la política, los molinos de agua quedan olvidados, se venden a privados y una parte al Comune. De estos, algunos edificios quedarán demolidos para ampliar la explanada que está ante el Fontanone. La prioridad será ofrecer un lugar para estar y contemplar, perdiendo en importancia las construcciones que quedan en la cuesta de San Pancracio.

Nuevos barrios residenciales como el Ludovisi, Coppedè o piazza Vittorio nacerán en la Roma, Capital de Italia. Por ejemplo, siendo alcalde Ernesto Nathan se pone en práctica un ambicioso Plan edilicio para conmemorar en 1911 los 50 años de Italia. En esos años el Gianicolo quedaba fuera del desarrollo urbanístico como un lugar memorial, en el que la naturaleza intentaba unir los jardines de Villa Corsini con los de Villa Pamphilj que perteneció a esta familia hasta los años 60 del siglo XX.

Todas las épocas, incluso aquellas en las que el poder económico y político parecía favorecer los intereses de España en Roma, siempre fueron tiempos delicados en los que aparecen múltiples ocasiones para perder, como la iglesia de Santiago en Piazza Navona o, más tarde el palazzo Altemps. Sin embargo, como otra cara de la medalla, Roma también fue vista como un lugar en el que invertir para empezar una nueva etapa. Así, por ejemplo, cuando se crea la Academia de España en 1873 o el 3 junio de 1947 cuando el estado español compra villa Vaini-Ruspoli siendo José Antonio de Sangroniz embajador de España. Locuras que nos hacen salir y llegar hasta Roma. Inicios de aventuras en las que estamos todos nosotros.

Exiliados en Roma

Los que hemos salido hacia este destino, escuchamos las palabras de Cicerón estando en Cilicia como gobernador en el año 50 a. C. para curarnos de las locuras del viaje:

«Urbem, urbem, mi Rufe, cole et in ista luce vive!» La Urbe, sí, la Urbe, Rufo mío, cultiva y vive en esta luz. Ese verbo ‘colere’ es que da lugar a palabras como colonia, agrícola, culto o incluso colo. Es una forma de estar en un lugar cuidándolo, convertido en espacio que recibe nuestras atenciones, que habla de nosotros, en el que nos encontramos a gusto y protegidos.

La Urbe, esta Roma a la que cuidar y a donde volver, para muchos de nosotros se identifica con el Liceo. Para mí, recién llegado, ha sido una gran experiencia poder recorrerlo, pasear por sus pasillos, acompañado por Marcella Barbieri. Ella llegó aquí siendo niña, acompañando a sus padres que empezaron a trabajar para el Liceo poco después de que el edificio hubiera sido cedido a las Teresianas.

Para que los molinos sean gigantes son necesarias muchas horas y años de lecturas, junto al fuego o buscando la brisa de una ventana. Charlando con Marcella he podido imaginar cómo iban cobrando forma esos gigantes en la intimidad de la vida cotidiana: la cocina que funcionaba a todo gas mientras Pina preparaba más de 100 comidas y cenas, el autobús que conducía su papá Giuseppe, las mujeres trasteverinas que iban subiendo con sus cestas de sábanas, colchas y mantas hacia el lavadero, la vida en un internado de chicas que iniciaban la aventura de sus vidas entre músicas de los años sesenta como en la película Totò Trufa 62.

Eternidad en el Liceo

En su Historia de la Eternidad Jorge Luis Borges me había hecho descubrir el poder ‘eternizador’ de tantos actos ‘pobres’, sin titulares en la prensa, pero que se repiten, hoy como hace 50 años: las primeras palabras leídas por un niño, el pararse a admirar un cercis en flor, el ir subiendo la cuesta con los libros o pensando en la clase que darás: una diéresis que rompe el silencio del tiempo, una repetición de actos mortales, efímeros, pero que nos hacen pensar que el tiempo no pasa. Estos gestos son los que crean gigantes que, ayer como hoy, se nos aparecen por encanto.

Paseando con Marcella aprendí a ver los antiguos espacios que saltaban hacia un mundo que parecía surgir por magia: de capilla a gimnasio, ver un aula donde antes estaba una habitación o el paso de ventana a puerta.

Historia de una cuesta

Y no sólo las paredes sino también lo que estaba entorno se iba transformando. El bosque Parrasio, tras las batallas de 1849, fue alquilado a privados dejando de reunirse allí la Academia de la Arcadia. Hubo incluso un español, Francisco Vázquez, que la había alquilado en 1891, para convertirla en casa de citas. Imaginad el revuelo que se formó en la zona y la intervención de los abogados.

Más tarde, como nos cuenta en su libro Vestivamo alla marinara, Susanna Agnelli, durante la IIª Guerra Mundial y tras ella, alquilaron el jardín y casa que vemos tras el muro, al otro lado de la calle. Marcella me contó que en ese jardín había hecho las fotos de su primera comunión. Luego recuerda aquellos tiempos entre juegos infantiles con los hijos de Susanna a los que la niñez común y el aislamiento de la zona, hacían saltar cualquier distinción de censo.

Para aquella niña italiana, vivir en el Liceo, significaba formar parte de un lugar de trabajo y, al mismo tiempo, base desde la que iniciar a explorar el mundo. Por ejemplo, me decía que cuando salía con sus amigas por el Trastevere, para ella no había distancias o distinciones con jóvenes que no fueran del barrio. Habiendo crecido en medio de españoles estaba acostumbrada a tratar con los de otras zonas o naciones como uno más o, si acaso, con especial curiosidad.

Historia de una escalera

A esta cuesta de Roma llegaban las historias desde tierras lejanas. Se mezclaban aquí las venturas personales con las de un mundo que una revista de la época describía así:

“In questi tempi calamitosi, in cui la povera umanità, minacciata da flagelli apocalittici, quali missili, bombe atomiche, razzi et similia, si vede anche insidiata da morbi implacabili in crescente diffusione e dai mille veleni diffusi nell’aria o subdolamente introdotti in cibi artefatti e contraffatti, in quest’anno di grazia di 1964…”

Desde el Liceo también hoy se puede observar todo esto y, además, ¡qué hermosas vistas de la ciudad tenemos desde la terraza! Dentro, sigue en cartelera la ‘historia de una escalera’, de tantas vidas que van subiendo y bajando cada día.

Como decía el actor Paolo Stoppa, interpretando el papel de Pío VII en Il Marchese del Grillo: “Eh! Che non lo sai che il mondo è fatto a scale? Qui le scende e chi le sale.” Ahora bien, en el Liceo tenemos necesidad de patios, lugares de agregación y movernos. No es una escalera como todas, para subir o ir a otro lugar, sino para estar, para integrar, una escalera descansillo. Espacios que se han ido transformando para favorecer la misión de una construcción que desde 1964 se cedió al ministerio de Educación. La última gran reestructuración fue en los años 90 del siglo pasado con un proyecto de la arquitecta Celia Vinuesa Cerrato, adaptando espacios y buscando soluciones.

Arquitecturas y arte

Hablando de arquitectos, no puedo dejar de comentar la emoción que me produjo ver, entre los documentos que Carlos me permitió consultar, las notas en las que Julio Lafuente indicaba las obras necesarias para adaptar los edificios a su función escolar. Además, bonita coincidencia, cuando se estaba realizando esa transformación, puedo imaginarme a otro arquitecto, Rafael Moneo, que estuvo en esos años en la Academia. Roma, esta isla hispánica en el Gianicolo, fue muy importante para estos y otros arquitectos, para tantos artistas, que hasta Roma llegaron e incluso hicieron posible que se construyera aquí y mucho más allá, plus ultra. Y si Roma forma artistas maduros, ¡cuánto más profunda será su huella en los niños y jóvenes!

En esta ocasión, para festejar que en 1973 el Liceo pasa a ser un colegio público, recuerdo la fiesta de esta mañana en villa Pamphilj, las visitas que con frecuencia hacemos por la ciudad, las actividades musicales, deportivas, los talleres o la vida de tantas familias e incluso empresas, como la mía, en la que los alumnos del Liceo viven y hacen vivir (colunt) la ciudad. Roma tiene el Liceo en su colo y el Liceo es diéresis, señal española que pronuncia Roma.

Vida cotidiana en el Liceo Cervantes de Roma

‘Deferor hospes’. Saliendo del Liceo, aunque vaya por caminos lejanos, siempre puedo volver. Sentirme acogido donde quiera que vaya o seguro, aun cuando no me encuentre en casa. Hace poco descubrí por casualidad que alguien había citado a ‘Eliseo’ Cervantes. Me pareció un nombre justo para recordar que no sólo nos encontramos en un precioso monte con vistas, sino que también podemos entrar para un descenso en búsqueda de nuestros orígenes, recuperando lo que habíamos recibido con nuestros padres. Descenso al Elíseo, como Eneas, gracias al ramo que le regala Venus. Amor que vence todo. Un lugar profundo pero lleno de luz. Monte e ‘inferi’ que podemos recorrer en el Liceo.

Y a tal propósito, José Ángel Valente con sus palabras, nos pueden iluminar. Palabras de un exiliado como nuestro vecino Rafael Alberti que en via Garibaldi habrá tenido noticias del nuevo curso, especial, que empezaba en 1973.

No detenerse.
Y cuando ya parezca
que has naufragado para siempre en los ciegos meandros
de la luz, beber aún en la desposesión oscura,
en donde sólo nace el sol radiante de la noche.
Pues también está escrito que el que sube
hacia ese sol no puede detenerse
y va de comienzo en comienzo
por comienzos que no tienen fin.

Jugando con lugares paralelos

Comienzos que no tienen fin cuando convertimos molinos en una escuela, una escuela en gigantes, gigantes que nos aúpan para descubrir que hay más cosas en cielo y tierra que en nuestra imaginación. Y cada uno de estos lugares no dejan de ser, como lugares paralelos. No tenemos una línea o un retorno eterno sino tantas paralelas como lugares en los que descubramos vida, amor, juego y arte. Estas son las 4 cualidades que María Lai, artista sarda que tanto me gusta, ponía en sus cartas en las que nos hace jugar precisamente con lugares paralelos. El Liceo las contiene todas y, si queréis, podemos jugar un momento.

Concluyo precisamente alimentando nuestra imaginación con un último lugar paralelo una imagen del artista polaco Dabrowski. En el 2018 en el Museo Lázaro Galdiano vi esta obra en la que él recreaba en arte este rincón de Roma constituido por villa Vaini y el Fontanone. Su arte me trae el recuerdo de 2 películas: Torna a Settembre (1961 con Gina Lollobrigida y Rod Hudson) y Tre soldi nella fontana (1954). Septiembre como tiempo para volver y empezar, cada curso, y una fuente en la que podamos depositar las esperanzas de volver a la Urbe, al Liceo, al lugar donde la ventura guía nuestros pasos.

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