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EnRoma.com te invita a visitar uno de los lugares que te sorprenderán en la Ciudad Eterna. Acostumbrados a esquivar los encuentros con la muerte, aquí nos sale a nuestro encuentro en la calle de la Dolce Vita. Entremos en esta cripta sin quedarnos atrapados por el miedo sino para disfrutar con más y mejores motivos las bellezas de Roma.

«Lo que está mal es que no nos preguntamos qué está bien». Esta frase de Chesterton, me ha ayudado a entender lo que acabo de ver visitando la Cripta de los Capuchinos. Tenemos, o al menos yo tengo, muchas veces, cada día, ante mí, las cosas que no funcionan, los males que nos acechan, lo que falta, las manchas o borrones y aquello contra lo que luchar. Aquí, en esta cripta y luego en la iglesia dedicada a Santa Maria della Concezione, a la Inmaculada,  me doy cuenta de que no se trata de quedarme parado ante todo esto o escapar espantando hacia un lugar que no existe. Por otra parte, no soy capaz de soportar esos huesos mondos y lirondos. Los miro e inmediatamente tengo que preguntarme qué está bien, donde está el bien que parece desaparecer ante calaveras y tibias.

Este es el ejercicio que me propone y te propone Roma para curArte de espanto, para no caer en el peor de los males: dejar de preguntarnos o al menos, olisquear, olfatear y husmear, para buscar lo que está bien. Dejo de lado, por el momento, si se puede conseguir y cómo. En este momento, ante estos cientos, miles, de huesos me interesa localizar lo que puede saciar mi ansia de algo bueno. Ante el uso de vértebras y homóplatos como lámparas o adornos me gustaría encontrar cuál es el ideal humano que no puede deshacerse, el ser humano capaz de juzgar todos los intentos de reducirnos a instrumentos en manos de otros.

CurArte de espanto en la Cripta de los Capuchinos

«Eres lo que fuimos. Serás lo que somos.» Con esta frase parece que el futuro nos presenta lo que está mal, en definitiva. Por tanto, para preguntar qué está bien, me atrevo a lanzar una propuesta contracorriente, reaccionaria, casi revolucionaria: mirar hacia el pasado, hacia ‘lo que fuimos’. La verdad es que, aunque no lo parezca, no soy muy innovador. Basta pensar en el Renacimiento y su intento de volver a los orígenes, a lo que fuimos y parecía que habíamos olvidado. La Reforma también era buscar esa imagen, la forma original. Incluso una revolución es la evolución que nos lleva a lo original, a un modelo en el que encontramos lo que está bien.

En realidad, la famosa frase que vemos en el cartel de la Cripta dei Cappuccini, nos invita a visitar e indagar el pasado, más que a buscar algo en el futuro. No me parece tan interesante o que aporte algo el futuro ‘serás’, que tenemos bien presente. Me interesa más saber que estoy literalmente ante médulas que han gloriosamente ardido; polvo, mas polvo enamorado. El participio pasado (ardido, enamorado) me huelo que es lo que estoy buscando para no caer en el mal de no preguntarme, para no inmobilizarme en el análisis y contemplación de los daños causados por la muerte.

caravaggio en el museo y cripta de los capuchinos
Museo dei Cappuccini. San Francisco de Caravaggio.

El hecho de encontrarnos en una iglesia dedicada a la Inmaculada, a esa mujer que nos recuerda el paraíso perdido, antes de cualquier mancha, antes de cualquier descomposición, división, miedo y lucha, confirma lo que olfateaba. Ella me dice que busque los orígenes para preguntarme qué está bien.

Los Barberini y la cripta de los capuchinos

Veo los sayos roídos tapando la desnudez más mísera de los esqueletos y pienso que el bien se encuentra en la desvergonzada desenvoltura de un bebé gateando por la playa. El bien sería la desnudez en un tiempo en el que el viento podía acariciar en vez de robar dejándonos helados. Sin esas telas el bien sería no tener que defenderse contra la rapacidad de algunas miradas que, como la muerte, parecen querer devorar piel y carne para dejarnos nada. Ensimismándome en la pena y la burla de estos esqueletos, por haber sido desnudados de cualquier intimidad, de cualquier refugio, de cualquier palabra explicativa o de defensa, así, expuestos, me pregunto qué es el bien.

En la cripta de los capuchinos me responden el silencio, los despojos, el vacío que forman sombras en las paredes. Entonces, por oposición, descubro que el bien, la luz que está fuera, surge en el diálogo, se expande al abrigo de un lugar ameno y crece en las entrañas que albergan los secretos vitales.

Iglesia de la Concepción

Cuando en 1626 el cardenal Antonio Barberini decide construir esta iglesia decide también que será el lugar de su sepultura sin estatuas ni monumentos. Sólo una lápida con la frase ‘Hic iacet pulvis, cinis et nihil’. Y así se unió a los 4000 frailes capuchinos que aquí llegaron, curiosamente, dejando el lugar en el que estaban enterrados en San Nicolò de’ Porci en el Quirinal. Dejando la secreta paz de la sepultura ha quedado aireado lo mal que quedamos, tanto que, al mirar, necesito preguntarme urgentemente lo que significa estar bien.

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Iglesia de la Inmaculada Concepción en via Veneto. San Miguel Arcángel de Guido Reni

El arte, las memorias, intentan salvar, conservar, lo que la carne no puede. Así, sobre la cripta de los capuchinos, en lo alto de la escalera, una puerta nos invita a entrar la Iglesia de la Concepción. Entrando a la derecha se abre esa memoria con el recuerdo de padre Mariano da Torino, el primer predicador que se hace famoso al participar en programas de la televisión italiana.

Pero, sobre todo, al acercarnos al altar, podemos hacer que vuelvan a sonar las palabras de uno de los primeros escritores cristianos, S. Justino. Ante la desnudez absoluta de los esqueletos, la arquitectura y el arte de la iglesia nos regalan cuerpos de color y palabras.

Información para visitar la Cripta de los Capuchinos

Entradas y precios:

La entrada para visitar el Museo y la Cripta de los Capuchinos cuesta 8,5 euros. La entrada reducida, 5 euros para los menores de 18 años, mayores de 65, estudiantes menores de 25, guías turísticos y miembros de órdenes religiosas.

Horarios:

Todos los días de 10 a 19. La taquilla cierra a las 18.30.
La iglesia de Santa Maria della Concezione abre a las 07.00 y cierra a las 13.00. Por la tarde abre a las 16.00 y cierra a las 19.00.

Dias de cierre:

1 enero, Domingo de Pascua y 25 de diciembre.

En la misma zona:

Cómo llegar:

En metro, línea A, parada Barberini.
Hay una parada de autobús justo ante la iglesia de Santa Maria della Concezione en via Veneto. Allí paran, entre otros el autobús 63, 61 y 52.

Ubicación:

Via Veneto 27

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