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Los que hacemos este camino hacia Roma en coche tenemos la ocasión de hacer varios viajes en uno. No sólo por la variedad de los lugares y climas sino, sobre todo, por la diversidad de personas, historias y formas de estar que encontramos. Eso sí, es necesario hacer algún alto en el camino.

Pasajes de San Pedro es mi parada necesaria, etapa de mi camino hacia Roma y hacia Santiago. De hecho, es un lugar de encuentros para contemplar: el mar desde su ría, San Sebastián, o ballenas reales e imaginarias, desde las alturas del monte Ulía. Una conversación bajo la sombra de los árboles, con las hortensias como testigos, se prolonga luego en la terraza, bajo la suavidad de la noche.

monte ulia camino santiago parada hacia Roma

Esta parada es el tiempo de la memoria. Rescato más de 20 años en los que ‘soy el otro que sin saberlo soy’. Mientras hablo con un amigo me veo en mi vigilia, ese otro sueño. Me quedo así resignado y sonriente mientras me sorprende la quietud de las aguas negras.

‘Rescato restos que no acabo de comprender’: En un prado junto a la autopista, cerca de Itziar, dos burros pastando y un chico sentado tocando el violín. Pasando junto al río Urola me preguntaba ¿qué les pasa a estos pinos vascos que se están secando? Pequeñas realidades que compartimos charlando, anécdotas oníricas, nos reímos mientras otras preocupaciones asaltan la fortaleza de nuestros días. Final de una etapa e inicio de otra. Noche de crisis – corte que nos desangra y une nuestras heridas. Espero que cicatricen sin perder nada más del precioso flujo de relaciones.

El sueño

Cuando los relojes de la media noche prodiguen
un tiempo generoso,
iré más lejos que los bogavantes de Ulises
a la region del sueño, inaccessible
a la memoria humana.
De esa región inmersa rescato restos
que no acabo de comprender:
hierbas de sencilla botánica,
animales algo diversos,
diálogos con los muertos,
rostros que realmente son mascaras,
palabras de lenguajes muy antiguos
y a veces un horror incomparable
al que nos puede dar el día.
Seré todos o nadie. Seré el otro
que sin saberlo soy, el que ha mirado
ese otro sueño, mi vigilia. La juzga,
resignado y sonriente.

Jorge Luis Borges

Vehículos en el camino hacia Roma

Imágenes de un sueño recogidas en los espacios de Pasaia San Pedro que se presentan con el cansancio y el fresco de la noche.

Me siento, entonces, como el carrito de la limpieza urbana que estaba junto al bar Botero. Qué hermosa sombra ante el bar que acoje a todos.

El carrito se ha cargado con recuerdos recatados de la cotidianidad, dejados para se perdieran para siempre. Ahora son adornos que dan color al metal lúcido, limpio, mantenido con cuidado. El carrito de la limpieza más hermoso que jamás haya visto. En cualquier lugar, flores de plástico, spiderman, unas gafas de sol. No es una composición armónica pero esta llena de la cura con la que imagino que trabajaría el amigo de Momo al limpiar. El criterio no está claro. También estos son ‘restos que no acabo de comprender’. Sin embargo se han quedado ahí haciendo especial su paso diario, en su trabajo ordinario, desobedeciendo con alevosía a los que esperan y quieren que sea sólo algo funcional.

Otras veces, en cambio, por contraste me doy cuenta que nos olvidamos de embellecernos, de la estética, de los sentidos. Nos an-estetizamos, perdemos los recuerdos, dejamos que se nos llene de polvo del camino nuestra piel sin ánimo para lustrarla, sin aceite y deshinchados. Pasan los días y ese carrito que somos puede convertirse en algo deshumano que no nos merece. Entonces ‘soy sólo lo que hago‘.

carrito limpieza

«Iré más lejos que los bogavantes de Ulises» Remando en la cotidianidad, con las ruedas bien infladas, dejando hermosa hasta la sombra.

‘Seré todos o nadie’. Generoso con mi tiempo entregado. Quien pudiera trabajar -como mi amigo- en construir sueños, para que en sueños o vigilias, todo coincidiera.

Palabras de lenguajes muy antiguos

Mi amigo conoce palabras de lenguajes muy antiguos. Las hace vivir. Con él se convierten en música al cantarlas, en una receta siempre nueva que nos llega de nuestros antepasados, preparada al instante justo. Es un hombre de palabra y las comparte de cerca, también hoy, espero, ‘cuando los relojes de la media noche prodiguen un tiempo generoso’.

A menos de cien metros, poco después, nos enmudece el paso de un enorme yate. Todos hacen fotos mientras surca la ría deslizándose sin esfuerzo, hendiendo con su proa de metal la sutilísima tela líquida. Afilada navaja.

El carrito de la limpieza, mientras tanto, descansa de sus fatigas recibiendo los cuidados escondidos de la mujer que lo empuja. En la ría, potentes motores alejan el yate hacia sabe Dios qué destinos mientras se rumorea que su dueño lo cambiará por otro aún más grande en donde quizás se pierda cualquier atisbo de tamaño humano. En éste los hombres, decía mi amigo, parecían figuras de una caseta de feria para el tiro al blanco.

yate en el puerto durante mi camino hacia Roma

Hoy, confío en que Felipe, de camino hacia Santiago, se encuentre con mi amigo y descanse en su camino. Encuentros posibles para quien su camino es acoger a otros caminantes, escuchar, tener un tiempo generoso para que esto suceda y puedas soñar. No importa que haya burros, violinistas, pinos secos o innombrables prepotentes.

A mí las horas se me acaban empeñadas. Menos mal que aquí, en San Pedro, junto a la ría, me las rescata mi amigo. Así puedo seguir dando lustre a este carrito que voy tirando. No tendré bastantes fuerzas para darle bien las gracias y sigo remando a su lado -‘bogavante de Ulises a la region del sueño’- en mis idas y venidas a Roma. Mientras hay tiempo hay ocasiones.

Hoy la tragedia en la autopista de Génova, por donde pasamos unas horas después de abandonar San Pedro, se me presenta como una pesadilla de vidas y caminos truncados.

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