Estas agujas, literalmente, estos pinchos, se alzan para llamar la atención. Los obeliscos son una realidad sorprendente que se levanta para hacerse notar. Nuestra vista y nuestra reflexión se encuentran con ellos para descubrir que hay algo mucho más alto o más terrible. No todo es plano ni horizontal. Existe la maravilla de poder elevarnos siguiendo estas líneas que no dejan nunca de sorprendernos, de superarnos para darnos una medida que nos anima a crecer e ir a lo alto.
Nuevos obeliscos
Iniciamos este recorrido cerrando un siglo que cierra un milenio. En el año 2000, año Jubilar en Roma, el ayuntamiento encarga al artista Arnaldo Pomodoro, la creación de un nuevo obelisco que represente, en palabras y arte, el siglo que se concluye: el Novecientos, siglo XX. Se inaugurará el 23/10/2004.
En su ascensión en espiral se muestra el desarrollo, el crecimiento, la superación. Pero también la fragilidad de un camino lleno de heridas. Una historia que progresa con piel de metal que envuelve, aunque lacerada, la carne de estos cien años de espacio y tiempo.
Metal para hablarnos de las riquezas de Saturno-Plutón, espiral para contarnos la técnica y la proporción avanzando en tornantes cada vez más estrechos. Su punta me hace pensar a una bandera que espera algún buen viento para desplegarse.
Obelisco ‘Novecento’ de Arnaldo Pomodoro. Situado en la parte alta de una colina y desde sus 21 metros de altura nos saluda, entrando o saliendo del EUR. Sus 7 metros de diámetro en la parte baja, platados sobre una base circular, me sugieren que estoy ante un árbol para una Navidad metálica.
Un nuevo obelisco – antena
En el mismo barrio del EUR, pero en su centro, nos encontramos con un obelisco que celebra la memoria de Marconi. Se trata de una gigantesca estela que celebra al gran inventor, físico, empresario y político italiano. Si las ondas de radio lo hicieron famoso, esta antena de piedra lo quiere recordar con esculturas de Arturo Dazzi. El trabajo de este artista quedó interrumpido cuando estaba trabajando en el segundo registro. Empezaba la Segunda Guerra Mundial y ahí se quedó, como un querer sin poder.
En 1951 el ministro de obras públicas estuvo a punto de destruir lo que se veía, unido a una época pasada. Sin embargo, la cercanía de la celebración de las Olimpiadas de 1960, dio un nuevo motivo para aprovecharlo y terminarlo. De esta forma, Dazzi se puso de nuevo manos a la obra, culminando la estructura interna de cemento armado y completando en mármol de carrara las 92 escenas en relieve.
Este nuevo obelisco de Roma quedó inaugurado el 12 de diciembre de 1959. En medio al tráfico de la Cristóforo Colombo sigue contándonos en imágenes las proezas e ingenio del gran Guillermo Marconi. Es una pena que casi nadie se pare ni se atreva a atravesar el foso de la gran avenida repleta de coches.
Obelisco de 45 metros de altura en el EUR. Está dedicado al inventor Guillermo Marconi y, a pesar de haber sido iniciado en 1937 fue inaugurado el 12/12/1959 con motivo de los Juegos Olímpicos de Roma en 1960.
Obelisco del Foro Italico.
Hay nombres que quisieras borrar, no solo de la piedra, sino de la historia. Como si hubiera sido una pesadilla que, estás seguro, apenas abras los ojos, desaparecerá. Y, sin embargo, no sé bien por qué, ahí sigue, como una especie de necesidad o advertencia: las pesadillas provocan miedos y emociones de verdad.
Enrico del Debbio entre 1927 y 1933 construyó este hermoso obelisco. En sus líneas puras, de geometrías que parecen jugar un juego de encages perfectos sellados por sombras, sin jeroglíficos ni alusiones, se alza y escribe, clara y distintamente, quien y a donde conduce una historia que sigue a un solo hombre.
En 1929 80 bueyes durante 5 meses llevaron el bloque de mármol de Carrara hasta el mar. Luego, en una gigantesco flotador llamado Apuano llegó hasta Fiumicino y subió en una balsa por el Tíber hasta quedar depositado a poca distancia de Puente Milvio un 6 de mayo de 1932. El arquitecto Constantino Costantini tuvo que luchar allí para conseguir levantarlo, primero poniendo cemento armado y luego otros 16 bloques de mármol como pedestal. Quedó inaugurado el 29 de octubre de ese año, el X de una era fascista que se acabó antes de que el piramidion de su cúspide perdiera el brillo, pero cuya memoria no se quiso borrar.
El estadio Olímpico, el Stadio dei Marmi y el foro Itálico, por su parte, parecen querer suavizar con sus curvas y anchura esos 36 metros que se clavan en la mirada. Con sus formas y colores hacen inocuas esas palabras que ahora son recuerdos para no olvidar.
Por mi parte, nunca olvidaré la sorpresa que me provocó leer las otras dos palabras inscritas en este nuevo obelisco de Roma: ‘Opera Balilla’. Un chico, Giovan Battista, con el apodo de Balilla, como se usa en mi querida Génova, en 1746 había empezado una revolución contra las tropas austríacas que ocupaban la ciudad. Precisamente él daría nombre a una organización para la asistencia y educación de los jóvenes durante el fascismo.
Apropiarse de los héroes de otras épocas y presentarse como caudillo o líder para las futuras, es la gran pretensión que se alza como aviso en este obelisco.