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Basílica y catacumbas de San Sebastián

basilica san sebastiano roma

Saliendo de Porta San Sebastiano y recorriendo unos dos kilómetros de la via Appia nos encontramos a nuestra derecha con la basílica y las catacumbas de San Sebastián. Situadas en una zona aún más baja de la calle que en esta zona desciende suavemente. Un poco más adelante se encuentra el circo de Massenzio y la túmba de su hijo Rómulo.

Empieza aquí la zona más hermosa de la via Appia, dejando atrás los muros y circulación de los vehículos. Se ensanchan las vistas, se desvelan muchos más restos antiguos, nuestros pies van saltando entre las grandes piedras que pavimentaban la antigua vía. Desde la tumba de Cecilia Metella, la Appia se convertirá en un precioso camino rectilíneo al que van saludando cipreses y antiguas tumbas romanas. A casi 50 km de aquí se encuentra la primera ‘mansio’ o ‘mutatio’ llamada Tres Tabernae. Hasta allí se acercó un grupo de cristianos en el año 61 para recibir a San Pablo que venía encadenado hacia Roma.

via Appia aguafuerte Mariano Fortuny Madrazo

“Y así nos dirigimos a Roma. Los hermanos, al enterarse de nuestra llegada, vinieron desde allí a nuestro encuentro hasta el Foro Apio y Tres Tabernas. Al verles, Pablo dio gracias a Dios y cobró ánimos” (Hch 28, 11-15). No es de extrañar que a las puertas de la Ciudad Eterna se construyera una memoria dedicada a Pedro y Pablo para saludar a todos los que llegaban. Estos, llamados ‘viatores’ aquí dejaban sus peticiones a ambos patronos de la Ciudad Eterna.

Ad catacumbas

En el siglo I este lugar era un valle aún más profundo que se utilizaba como cantera para extraer ‘pozzolana’. Las galerías de esta cantera abandonada dan origen a las catacumbas de San Sebastián que se desarrollaría especialmente en el siglo III hacia el norte y hacia el este. En el siglo II y luego en el III se rellena la parte más baja y central de esta cantera. Así, a unos 15 metros sobre el fondo de este valle y llegando hasta los muros de una villa cercana, se crea un espacio sobre el que se construirá esa ‘memoria’ de los santos Pedro y Pablo. Desde mediados del siglo III y hasta la construcción de las grandes basílicas dedicadas a San Pedro en el Vaticano y San Pablo en la via Ostiense, ésta basílica recibía la visita de tantos peregrino implorando la asistencia de ambos apóstoles.

Luego, en el siglo IV, se realizará sobre ella la basílica paleocristiana. Se trata de uno de los ejemplos más elocuentes de cómo en Roma, desde sus profundidades, va creciendo y construyéndose la ciudad.

Imagen de la basílica de San Sebastiano foto histórica del Archivo de la Pontificia Commissione di Archeologia Sacra

De Basilica Apostolorum a Basílica de San Sebastián

Antes de la construcción de esta iglesia ya existía una cámara que contenía la tumba de San Sebastián, entrerrado en una de las galerías del cementerio. Esa cámara será hoy en día, como también lo era en la época medieval, la entrada a las catacumbas de San Sebastián.

El nombre de la antigua basílica construida en tiempos del emperador Constantino (siglo IV), ante la gran devoción popular, se cambiará por el del soldado santo. San Sebastián murió mártir en tiempos del emperador Diocleciano a inicios de ese mismo siglo.

Imagen de San Sebastián foto histórica del Archivo de la Pontificia Commissione di Archeologia Sacra

Basílica y catacumbas a partir de la Edad Media

Tras la destrucción de la basílica en el siglo IX por las invasiones musulmanas y su inmediata reconstrucción en tiempos de Nicolás I, durante toda la Edad Media esta basílica y las catacumbas de San Sebastián forman parte de las metas más importantes para los peregrinos que llegan a Roma. Como muchos otros enclaves ligados a la historia de los mártires en las afueras de la ciudad los benedictinos lo había convertido en un centro de oración y de cuidado del territorio. De hecho, será una de las basílicas que se visitan durante la Peregrinación de las Siete Iglesias. En época barroca, San Felipe Neri convertirá la basílica en una etapa fundamental de su peregrinación. Será un lugar de su Via Paradisi, entre cantos, la memoria de los primeros cristianos y la alegría por seguir sus pasos.

Siempre a inicios del siglo XVII será Flaminio Ponzio, el arquitecto preferido del papa Pablo V Borghese, quien restructure la antigua basílica constantiniana con las nuevas formas del barroco romano austero. En 1613 Giovanni Vasanzio será quien termine la obra construyendo la fachada.

Dentro, a lo largo de todo el siglo XVII, se fue enriqueciendo con capillas como la de las reliquias y la de San Sebastián. Además, en esta basílica se conserva la última obra realizada por Bernini. Se trata de una escultura, el Salvator Mundi, un busto de Jesús realizado en 1679, casi como preparación para el encuentro con el auténtico rostro del Salvador.

Curiosidades

El 3 de mayo 1957 el papa Pío XII declaró a San Sebastián como patrón de los bomberos de Italia. De ahí que, cada día 20 de enero, fiesta de San Sebastián, el cuerpo de Bomberos de Roma realiza un homenaje a su santo protector.

Las catacumbas de San Sebastián, lugar de aventuras.

Esta es la descripción que hace Alejandro Dumas en 1844 en su libro El Conde de Montecristo, sobre el camino hacia las catacumbas de San Sebastián. Una noche de carnaval el conde y Franz se dirigen desde su hotel, situado al lado de Piazza del Popolo, hacia las catacumbas en donde Alberto Morcef está prisionero de unos bandidos.

El carruaje «atravesó el campo Vaccino (actual Foro Romano), subió por la Vía de San Gregorio y llegó a la Puerta de San Sebastián. Al llegar a ella, el guardián quiso oponer dificultades, mas el conde de Montecristo le presentó un permiso del gobernador de Roma para entrar y salir de la ciudad a cualquier hora, así de día como de noche. Abrióse, pues, el rastrillo, recibió el guardián un luis por la incomodidad, y pasaron.

El camino que siguió el coche fue la antigua Vía Appia, que ostenta una pared de tumbas a uno y otro lado. De trecho en trecho, a la luz de la luna que comenzaba a salir, parecíale a Franz ver un centinela destacarse de las ruinas, mas al punto, a una señal de Pepino, volvía a ocultarse en la sombra y desaparecía. Un poco antes de llegar al circo de Caracalla, el carruaje se paró.»

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