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Barrio de Primavalle

visita guiada primavalle

Europa 51, Europa 15, Europa 21. Rossellini, Omino 71 y Valentina. Tres fechas, tres mundos, tres artes que se han unido en un momento, en una visita guiada por el barrio de Primavalle.

Pasear con unos amigos por el barrio de Primavalle me hace sentir el regalo de mi vida en Roma, precisamente en estos momentos de distancias. Con este paseo, el tiempo y los miedos que nos alejan se hacen polvo, color, temblor de frío, algo que ya ha pasado aunque vuelva a pasar.

¿Por qué sacas una foto? Me pregunta una señora del barrio que vive en él desde 1938. Pienso entonces lo que ella estaría pensando: Si es simplemente una casa en donde vivo desde mucho antes de que tú nacieras. Y ahora vienes aquí y pretendes apoderarte con tu móvil de su alma cotidiana, roja de sangre y luchas políticas, de emigrados en la misma ciudad, de guerra sin cuartel contra el hambre y todo lo que mata. Valentina será quien le responda con una invitación a escucharla: porque nos interesa también su historia.

Como Gian Maria Volonté yo podría decirle a aquella señora que me he colado aquí queriendo ser un camaleón, un ladrón de ánimas, bandido por un puñado de dólares o ciudadano más allá de cualquier sospecha. Un ser que vive camuflándose en las vidas de los demás asistiendo a como ‘Cristo si è fermato a Primavalle’. Eso sí, no me llevo lo robado. Es como si se multiplicase, porque la vida de todos los que pasan alimenta la mía, sopla sobre mis ascuas para que la desilusión no convierta las inevitables cenizas en un lodo húmedo. Y vivo mil vidas viviendo mi vida en Roma.

Visitar el barrio de Primavalle

Hoy he caminado sobre una montaña de jabón resbalando por sus laderas entre cientos de memorias escurridizas. No caí en la desilusión porque reconocí a los vendedores de promesas, de futuros con hermosas vistas sobre la cúpula de la basílica de San Pedro. Sobre una montaña de jabón he dado millones de pequeños pasos, creciendo hasta ser capaz de abrazar la historia de este barrio como si fuera también la mía, quien llegó hasta aquí sin nada y sin nada ha de irse: desnudos. ‘Me descubro antes de descubrirte’. Y al final sé que lo importante es lo que quede de mí.

En Primavalle he visto cómo de Anna Bracci quedó un parque. Ella se fue, como los hermanos Mattei, en medio del incomprensible horror de quien no puede retener su vida, sin más culpa que estar como un muro ante el odio. Y en esos muros ahora se estrella en líneas grises la esperanza y el sueño: la locura.

Valentina es una actriz con máscara, una superheroína con antifaz, que mira hacia el futuro. Porque la a-ventura es lo que está por venir. Ella tiene un espejo en su mano y lo convoca con su voz. Me siento como el niño que al lado de su madre es capaz de mirar al futuro por breve y terrible que sea, confiando en su abrazo:

‘Ogni colpo un segno, ogni segno un colpo
cicatrice su cicatrice incise sul masso
ogni cicatrice è un passo oltre lo specchio
buca quel muro verso l’abbraccio’

Cada golpe una marca, cada marca un golpe
cicatriz sobre cicatriz grabadas sobre roca
toda cicatriz es un paso más allá del espejo
agujerea aquel muro hacia el abrazo

(In un milione di passi, Maurizio Mequio)

Una Wonder Woman embarazada, madre, en una espera que Solo nos muestra como amor heroico. Madre que nunca se cansa de esperar aunque sus hijos no lleguemos a ser más que piltrafas a los ojos de los demás. Con su mano de color, acaricia la pared de su barriga luchando de rodillas contra dioses que no la entienden, hombres que la abandonan y el destino que por nada del mundo quiere cambiar.

Es entonces cuando no resisto a la tentación de acercarme a los muros. Algunos incluso gritan rabia y odio. No importa porque mientras sean palabras, quiero creerlo, son un grito de dolor de la memoria y no quitarán la vida.

Ante una niña que colora pétalos de flores blancas siento que también para mí hay esperanza. Poner color, aunque dure poco en los muros como Flores para Algernon, les da la vuelta, contando que en todos hay una obra de arte, también en mí. En Primavalle parece ser que la clase obrera, proletaria y a veces ciclista, va al paraíso. Un trabajo que bien vale la pena pues la realidad se esconde muchas veces del revés. ¡Qué alegría haber venido y acercarme…!

‘…ad accarezzar la pietra
come sentirsi in vita’

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